Divorcios tras las Navidades

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

CESAR TOIMIL

06 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Que nadie se llame a engaño. Las Navidades son las fiestas familiares por excelencia, pero en determinadas familias no es la paz lo que precisamente reina en su seno. Me atrevo a decir que, tras las vacaciones veraniegas en septiembre, enero es el segundo mes del año en el cual más divorcios se presentan. Cuando una pareja ya no funciona lo que peor le viene son las comidas o cenas, en las que se bebe más alcohol del habitual, con los suegros o cuñados sentados a derecha e izquierda. Esos suegros y cuñados que culpan al marido o mujer de su hija o hijo o hermano o hermana de la infelicidad de este o esta. Al segundo rioja ya se pierden las formas y las miradas lo dicen todo. Y con la tercera copa se pasa a la etapa de recriminaciones. «Siempre supe que mi hija no sería feliz contigo, muerto de hambre», suelta la suegra ante la perplejidad del resto de comensales que, mientras dan buena cuenta del langostino o vianda de turno, empiezan a posicionarse ante la inminente batalla. Alguno no llega a los turrones sin abandonar el ring y soltar aquello tan cinematográfico de «ahí os quedáis, y meteros esa horterada de corbata del amigo invisible por donde os quepa». Una vez fuera el odiado yerno o la odiada nuera, todos tratan de consolar al de casa y que la fiesta continúe, que aquí no ha pasado nada. Pero sí ha pasado. Se ha roto un matrimonio y habrá que gestionar un divorcio en el que los hijos sufran lo menos posible. Ni que decir tiene que el resto de postizos hasta que la fiesta se acabe definitivamente no articularán palabra, no vaya a ser que aún quede munición para ellos. Una vez en el ascensor, pensaran que ese año se han librado. Por los pelos, pero se han librado.