Legislar sobre el deseo: juguetes y diferencia sexual

Manuel Fernández Blanco PSICOANALISTA Y PSICÓLOGO CLÍNICO

OPINIÓN

25 dic 2021 . Actualizado a las 20:36 h.

E l ministro de Consumo, Alberto Garzón, eligió el lema Jugar no tiene género para la campaña que pretende combatir los prejuicios sexistas en el juego de los niños y de las niñas. Quiere promover así «unos juguetes libres de estereotipos que permitan que la infancia se divierta con total libertad». Tal vez el ministro parta de un error bastante común en la actualidad. Es el error de confundir diferencia y desigualdad. La desigualdad entre hombres y mujeres, por motivos de género, debe ser combatida. Pero la diferencia es cuestión de deseo, y los deseos son irrenunciables.

Resulta llamativo que se puedan defender al mismo tiempo los derechos de los niños y de las niñas trans a identificarse (independientemente de su sexo biológico) con una posición femenina o viril y, al mismo tiempo, intentar eliminar la diferencia sexual en los juguetes y en los juegos. Al hilo de esto, no sé si el ministro sabe que actualmente, en la época histórica de mayor adhesión social al discurso feminista, las demandas de transición transgénero mayoritarias, en los niños y adolescentes, son para realizar la transición al género masculino.

El señor Garzón posiblemente también desconoce que los niños y las niñas ensayan la construcción de la identidad y de la diferencia sexual mediante el juego. El juguete, sea cual sea, es solo un instrumento. Su uso lo decide el niño.

Los psicoanalistas sabemos bien que la biología no es el destino. Pero también sabemos que un niño no es una niña, y que una niña no es un niño. La identidad sexual no es una cuestión biológica. Es una cuestión de deseo. Intentar legislar o regular el deseo, aunque se haga supuestamente en base a las mejores intenciones, solo puede conducir a una deriva autoritaria. En realidad, por mucho que lo pretenda el señor Garzón, no existen los juguetes unisex. El juguete supuestamente más neutro (por ejemplo, una bicicleta) no lo es. El uso de un juguete nunca es independiente de la identificación sexual.

El señor Garzón no debería pretender decidir qué fantasías y sueños de los niños y de las niñas son aceptables. Esto, además de que resulta éticamente cuestionable, sencillamente es imposible. Para su tranquilidad, le diré que todos aquellos que tienen experiencia en el juego terapéutico con niños saben que tanto a los niños como a las niñas les encantan las cocinitas. Y que las niñas no creen en los superhéroes.