La fiesta de doña Emilia

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

MARCOS MÍGUEZ

25 dic 2021 . Actualizado a las 20:36 h.

Este que acaba fue el año de muchas cosas, entre ellas, el del centenario de Emilia Pardo Bazán, que se murió de gripe hace un siglo. Lo de los centenarios es como lo de la Champions League, que ocurre todos los años, pero a veces le toca a Cervantes y otras a Gloria Fuertes. Se suele celebrar colgándolos de las farolas y mostrando al público sus intimidades, lo que guardaban en el fondo de los armarios. Los centenarios tienen dos finalidades: que la gente que se mueve en torno a los celebrados —que los estudia o los custodia— salga al escenario a mostrar sus habilidades y que se lean sus obras. Lo primero se suele cumplir ampliamente y lo segundo no. El Quijote sigue siendo vicio de unos pocos y La Tribuna también. Hasta los globos son hoy cosa de minorías; eso sí, de otras minorías. 

La Pardo Bazán, que nos toca de lleno porque era una de los nuestros, ha dejado un rastro de celebraciones cuyos ecos se irán apagando según muera el invierno. Pero en medio de toda la vorágine ha quedado un virus —esta vez, un virus bueno— que irá incubando en la intimidad de dos mil familias de manera silenciosa.

Se trata de la modesta iniciativa de una asociación de comerciantes coruñeses, llamada Distrito Picasso, que ha decidido editar y regalar por Navidad un volumen titulado Nuevos cuentos de Marineda. La puerta de atrás por donde se va a colar la prosa de la genial escritora. Sin pretenderlo, han realizado la acción más importante de todo el centenario. Y yo, como el dinosaurio, estaba allí.