Para volver a creer en el Parlamento

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

REUTERS TV

16 dic 2021 . Actualizado a las 09:26 h.

Creo que una de las mejores noticias para volver a creer en la democracia es la que tuvo a Boris Johnson como protagonista en el Parlamento británico. El martes, a la vista del escándalo de la fiesta en el número 10 de Downing Street y otros desastres de su persona y su Gobierno, su partido se rebeló y un centenar de sus diputados votaron contra el pasaporte covid, cuya obligatoriedad Johnson presentaba a la cámara. Si la norma se aprobó fue gracias a los votos de la oposición, el Partido Laborista, que aprovechó el trance para dar un ejemplo de responsabilidad. La votación negativa de los conservadores se puede entender como una moción de censura interna de su propia fuerza política. Los periódicos coinciden en calificar la situación creada como «el momento más bajo de Boris Johnson».

Este cronista no ha parado de aplaudir la humillación de Johnson. Basta leer el último libro de Anne Applebaum, El ocaso de la democracia, para recordar los perfiles más indecentes del actuar premier británico: como corresponsal de prensa fue uno de los primeros creadores de noticias falsas; como político es uno de los grandes manipuladores para crear estados de opinión a su favor; engañó a los ingleses sin el menor escrúpulo y engañó a toda Europa. En lo personal, que también define a un político, es como lo vemos en las fotos: un tipo desaliñado, despectivo, que lo mismo podría trabajar de vendedor ambulante de productos falsificados que de animador con varias copas en una taberna de Londres. Todo, menos dirigir un país. Y menos, en medio de las dificultades sanitarias, sociales y económicas de este momento.

Que un centenar de sus diputados voten en contra de una de sus leyes, reventando la disciplina de partido, es una rebeldía sanísima para el sistema parlamentario. Ocurre en un trance en que la credibilidad de los partidos está bajo mínimos y en que se ha demostrado repetidamente que en las cámaras legislativas no existe la libertad individual, sino la voluntad y la imposición del líder. Y algo tan relevante como eso: la oposición es tan responsable que pone por delante los intereses de la nación frente a la tentación de aprovechar una votación para derribar al Gobierno.

¿Se imaginan algo parecido en el Congreso de los Diputados de España? ¿Se imaginan una rebelión del grupo parlamentario socialista contra Pedro Sánchez? Para dar una respuesta, basta recordar la disposición que recientemente demostró Odón Elorza: «Votar con la nariz tapada». Y en cuanto a la oposición —la actual del PP o la anterior del PSOE—, también es inimaginable una actitud que pudiera suponer reforzar al Gobierno. Aquí, cuando un político cometió cualquier irregularidad, lo que hace su grupo es aplaudirlo para disimular. Por eso Inglaterra lleva 900 años de democracia y monarquía parlamentaria y aquí no se ven más que voluntades de derribo o revisión.