Debate: ¿España debe apostar por retomar la fabricación de microchips y otros elementos cuya falta puso en dificultades a la economía?

El mundo se paralizó con el covid. Países como España empezaron a sufrir las consecuencias de haber deslocalizado hacia Asia industrias que se tornaron clave para la economía. ¿Es hora de que retornen?

Después de constatar el dramático cierre de las fábricas de coches y otras industrias por falta de microchips, es probable que sea necesario abrir un debate que responda a la siguiente pregunta: ¿España necesita reformas estructurales que refuercen el concepto de soberanía productiva? ¿Debe apostar por retomar la fabricación de elementos clave para el desarrollo económico? Los economistas Loreto Fernández y Javier Santacruz dan su opinión al respecto. 


Más soberanía productiva, pero eficiente y competitiva

El debate de la relocalización de industrias críticas se abrió en plena pandemia cuando se produjo un fenómeno de escasez notable que, sin duda, contribuyó a profundizar no solo la gravedad de la transmisión de la enfermedad sino también la caída económica durante y después de aquellos meses. Tras décadas de un intenso proceso globalizador que llevó a la deslocalización de múltiples industrias a la búsqueda de costes de producción más bajos y situarse mejor en las cadenas globales de valor, ahora puede sufrir importantes cambios no sólo por la crisis covid, sino muy especialmente por un ‘cambio silencioso’ durante este tiempo que está provocando un fuerte shock de oferta cuya primera manifestación es la escalada de la inflación.

En sí misma, la crisis covid no es la causante del fenómeno productivo que estamos viviendo, sino más bien la aceleradora de un «cambio silencioso» que se estaba produciendo en torno al suministro y control de las materias primas críticas junto a los consumos intermedios industriales, el cambio de las estructuras productivas por la imposición de la agenda climática y digital y sus consecuencias sobre la cadena de valor de los diferentes sectores. Ha bastado que se produjera un fuerte shock de demanda (lo que fue inicialmente el covid) para, provocando un shock de oferta por la paralización de actividades económicas durante un período de tiempo suficiente decretada por los diferentes gobiernos para luchar contra el virus, que se desencadenara una ruptura concatenada de cadenas de valor provocando atascos logísticos, fallos en las infraestructuras críticas y fenómenos de escasez de factores productivos en determinadas industrias.

Estamos, en toda regla, ante un cambio estructural, no coyuntural, de nuestras economías. Con independencia de cuándo y cómo se recuperarán los niveles previos de PIB de marzo de 2020, tenemos un sistema productivo fragilizado y vulnerable frente a presentes y futuros shocks de oferta. Hoy es el energético (al igual que fue primero durante los años setenta del siglo XX) y de componentes industriales. Pero mañana puede serlo alimentario, transporte, distribución o servicios básicos.

Con este escenario macro, es imprescindible una política económica basada en reformas estructurales que refuercen el concepto de «soberanía productiva»: ser capaces de relocalizar de manera eficiente y competitiva la producción de bienes industriales y de equipo críticos, con un sistema energético basado en recursos propios (nuclear, hidro, cogeneración y renovables) que nos hagan menos vulnerables ante los shocks externos. Ante lo que está sucediendo no son operativas las políticas de demanda. De hecho, pueden ser contraproducentes ya que alimentarán el círculo vicioso inflacionista sin generar los incentivos apropiados para acometer las reformas. Cuanto antes nos demos cuenta de esto, más fortalecida se verá nuestra posición.

Autor Javier Santacruz Economista

En busca del chip prodigioso

Mas allá de las gravísimas consecuencias sanitarias y sociales que provoca el covid-19, y que están todavía lejos de poderse evaluar, la deriva de la situación económica ha puesto en evidencia numerosas «deficiencias», «disfunciones» y «desajustes» de la economía española. La atención se ha centrado en el impacto de la pandemia en ciertos sectores como el retail y, particularmente, el turismo, cuyas mejores previsiones serían alcanzar el 8,4 % del PIB en 2021, cuatro puntos por debajo del dato prepandemia. Aun así, y a pesar de la enorme incertidumbre que gira en torno a la evolución de la sexta ola, la recuperación de este sector pende fundamentalmente del levantamiento de las restricciones a la movilidad.

Sin embargo, en el sector industrial asistimos ya a la que posiblemente es la realidad más evidente de las «tres des» anteriormente mencionadas y que no hace presagiar nada bueno. A dos semanas de la Navidad el gran atasco en las rutas marítimas pone en riesgo la llegada de juguetes y la disponibilidad de muchos otros productos de producción nacional por la falta de componentes necesarios para su fabricación. La escasez de materias primas ha afectado ya a un 37 % de empresas manufactureras, aunque los mayores problemas vienen de los retrasos en el suministro de semiconductores en la industria del automóvil, que han puesto en jaque casi 40.000 puestos de trabajo. Y esto, sumado a la inevitable carrera por los microchips más avanzados que provoca la digitalización, nos lleva a un punto de no retorno. Más bien al contrario. Es el momento de plantarse a las puertas del futuro, tomar aliento y dar un paso firme adelante.

Es cierto que solos no podremos hacer nada. España no puede plantearse la fabricación de chips (el coste de una planta moderna de producción de microchips sobre placas de silicio cuesta diez mil millones de euros, cifra similar a la que el Gobierno ofrece para ayudar a todo el sector de la hostelería, turismo y pequeño comercio), ni ir de campeona con proyectos aislados. Pero sí existe en nuestro país capacidad y cualificación suficiente para liderar proyectos dentro del plan anunciado por Bruselas de crear un ecosistema de fabricación de microchips que permita mantener a la Unión Europea competitiva y aliviar la extrema dependencia de proveedores asiáticos y estadounidenses.

Cuando las amenazas y oportunidades de adentrarse en la era digital se hacen tan evidentes, toca hacer un análisis estratégico de debilidades y fortalezas del sistema industrial español para saber cuáles son nuestras ventajas competitivas. La copiosa financiación que viene de Europa es una oportunidad única para superar las deficiencias, solventar las disfunciones y solucionar los desajustes de cara a una gran apuesta española por una industria competitiva y de alto valor.

Autor Loreto Fernández Fernández Profesora del Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Santiago
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