Puntadas invisibles

Ariana Fernández Palomo FARMACÉUTICA, INVESTIGADORA EN COMUNICACIÓN

OPINIÓN

MARTINA MISER

10 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las mujeres somos quienes hacemos las tareas domésticas en un 70 %, y lo hacemos gratis, según un informe del INE de marzo del 2021. Mientras esperan, en ese ritual cotidiano asociado a la naturaleza femenina, ellos disfrutan de tiempo libre. En Ética para Celia, la filósofa Ana De Miguel señala que el sociólogo Georg Simmel nos condenó a lo doméstico afirmando que «el hogar es la gran realización cultural de las mujeres». Es decir, la dedicación desinteresada, según Simmel, es inherente a lo femenino. El contrapunto podría ser el calendario de la fundación Alexandre Bóveda de 2020. Junto al lema «Queremos salario, traballo xa temos», se publican fotografías de mujeres gallegas lavandeiras, leiteiras, labregas, marisqueiras, entre otras.

Adam Smith afirmaba que el «hombre económico» actúa guiado por sus intereses egoístas y, en busca del beneficio propio, oferta algo que se necesita y genera un mercado. En el 2012, Katrina Marçal, jefa de opinión del diario sueco, Aftonbladet, escribió el libro “¿Quién le hacía la cena a Adam Smith? Una historia de las mujeres y la economía”. Es una crítica argumentada contra la omisión de la aportación de las mujeres a la economía. Según Marçal, hay que redefinir el contrato social para extinguir de una vez el concepto de «segundo sexo», porque solo perpetúa una «segunda economía».

La economista Isabel Neira presentó, en 2019, el informe del grupo GEM y La Voz de Galicia titulaba: «Casi el 60% de la actividad emprendedora en Galicia está liderada por mujeres». Una vez más, las gallegas superaban a la media española, pero con un salario medio inferior en 21 puntos porcentuales en todas las edades. El esfuerzo real no se ve reflejado en su salario. Es obvio que a la ecuación de Smith le falta la contribución no remunerada de las mujeres. El filete del carnicero lo compra, lo fríe y lo pone en la mesa, generalmente, una madre o una esposa que no cuenta para la economía real. Nacemos con las cartas marcadas.

Marta Ortega no debe asustarse de la Bolsa, el mercado es patriarcal y cambiar las reglas se cobra un precio. Es importante reconocer que podría vivir de rentas y va a pelear en un mercado donde sus puntadas son todavía invisibles.