¿Felicitar la Navidad? Sí, gracias

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

YVES HERMAN

05 dic 2021 . Actualizado a las 08:55 h.

Uno de los más graves problemas de la Unión Europea procede de ser lo que como tal la constituye: una unión de Estados que —aunque no siempre— tienen distintos intereses, lo que la obliga a realizar extrañas componendas para seguir existiendo y cumpliendo los objetivos que, mal que bien, enfrenta día a día. Tal principio nacional (no quiero ni pensar lo que sería esa Europa de las regiones que defienden algunos iluminados) explica que Helena Dalli, una exministra socialista de Malta (país que tiene la quinta parte de los habitantes de Galicia), pueda convertirse en comisaria de Igualdad de una UE que reúne a casi 450 millones de habitantes, es decir, que multiplica por 900 la población del precioso archipiélago maltés.

Aunque, claro, es cierto que llegar a un cargo como consecuencia de las referidas componendas no explica en absoluto que la nombrada deba comportarse como una majadera. La susodicha envió una circular a los funcionarios bajo su mando para que en lugar de felicitar las Navidades felicitasen las fiestas que se producirán a partir del 24 de este mes. La misiva de la comisaria de Igualdad suscitó tal escandalera que se vio obligada de inmediato a retirarla. Pero no es esa la cuestión, sino lo que hay detrás de una idea demencial que indica la forma en que algunos entienden en Europa la igualdad de las culturas y el respeto que merecen.

Dalli cree (doy por sentado que debe seguir creyendo hoy lo que hace semana, ma chi lo sa) que felicitar la Navidad «puede ser estresante» (hay que suponer que para los felicitados y no para los felicitantes, ma chi lo sa), que debe evitarse «considerar que alguien es cristiano» y que se debe «ser sensible al hecho de que las personas tienen tradiciones religiosas diferentes».

Es obvio (¡gran descubrimiento!) que las personas tienen religiones diferentes y, por eso mismo, en el mundo de cultura judeocristiana se celebran las Navidades, que son para cientos de millones de personas una conmemoración del nacimiento de Cristo y para otros cientos, coincidentes o no con las anteriores, la celebración de una preciosa tradición de unidad familiar, paz y solidaridad entre las gentes.

Aconsejar que se feliciten las fiestas (que no pueden ser más que las de Navidad, pues son esas y no otras las que a partir del 24 de diciembre precisamente se celebran) y no la Navidad es, además de una propuesta de Perogrullo, neciamente demagógica, la clara manifestación, no de respeto a la diversidad religiosa y cultural, sino de renuncia cobarde y acomplejada a las propias tradiciones culturales, lo que no sería grave (si aquellas fueran bárbaras, como ocurre con tanta frecuencia), pero sí cuando se trata, como es el caso de la Navidad, de una de las más sanas y hermosas de todas las que existen en el mundo.

Europa no contribuirá a la mejora del planeta haciéndose pasar por lo que no es, sino defendiendo lo mejor de sus tradiciones culturales, entre las que sin duda está la Navidad.