Los claroscuros de la recuperación económica

Antonio Carrascosa EXDIRECTOR GENERAL DEL FROB. DIRECTOR DE LA CÁTEDRA EY DE ESTABILIDAD FINANCIERA EN LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA.

OPINIÓN

Bienvenido Velasco

04 dic 2021 . Actualizado a las 12:40 h.

La recuperación económica, tras el descalabro histórico del 2020 (-10,8%), es un hecho. No obstante, existen dudas sobre su vigor y continuidad. El crecimiento del tercer trimestre se situó por debajo de las expectativas y las cifras del segundo trimestre se revisaron a la baja (del 2,8 % a solo el 1,1 %). De hecho, las previsiones se van desinflando a medida que ha ido avanzando este año (las primeras estimaciones gubernamentales alcanzaban casi un 10%). Por ejemplo, la Comisión Europea ha reducido recientemente su previsión de crecimiento del PIB al 4,6 % para 2021 y el 5,5 % para el 2022, que suponen una reducción en pocos meses de un 1,6 % y un 0,8 %, respectivamente. Otras instituciones nacionales e internacionales (Fondo Monetario Internacional, Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal y Banco de España) tienen también unas previsiones de crecimiento más bajas que las del Gobierno.

Esto supone que España recuperaría el nivel de PIB prepandemia durante el primer trimestre del 2023, cuando Alemania, Francia e Italia tienen previsto alcanzarlo a mediados de 2022. Por tanto, hemos sido el país más afectado económicamente por la pandemia en 2020 y nos va a costar más tiempo recuperarnos. ¿Qué está retrasando la recuperación española?

La persistencia de la pandemia, incluso con nuevos confinamientos en algunos países europeos, afecta negativamente a la actividad de diversos sectores, empeora la confianza de los hogares y retrasa la recuperación de nuestro turismo extranjero.

Los cuellos de botella existentes en las cadenas globales de valor, en los que juega un papel destacado China, están afectando cada vez a más sectores y se van a prolongar más de lo esperado. Los diferentes niveles de vacunación contra el coronavirus en el mundo, el aplazamiento de decisiones de inversión y de contratación de personal en algunos sectores estratégicos, etcétera añaden tensión a los mencionados cuellos de botella. BBVA ha estimado que, si esas tensiones se extienden un año más, el crecimiento español se podría reducir en un 1,5% en el 2022.

El fuerte aumento del precio de la electricidad es el resultado del aumento tanto del precio internacional del gas como del precio del CO2. En España, una electricidad más cara afecta negativamente al IPC, ya que el aumento de precios mayoristas se traslada al mercado minorista. Esta subidas acaba drenando crecimiento económico, ya que las empresas pierden competitividad. Por ejemplo, BBVA ha estimado una reducción del crecimiento del PIB español de 1,4 % en el 2021 por dicha subida.

El aumento del precio de la electricidad es uno de los factores que explica el alza del IPC que estamos registrando, un 5,4%, en tasa interanual, el pasado mes de octubre, cuando hace menos de un año era del 0 %. Todavía es pronto para hablar de proceso inflacionista, ya que solo tres rúbricas explican más del 80 % de dicho aumento. Además, la inflación subyacente se mantiene en un moderado 1,4 % (en tasa interanual). El mayor riesgo en estos momentos es que esos aumentos de precios supongan peticiones de revisiones de rentas, lo que haría que el actual repunte inflacionista pasara a ser más permanente.

El consumo de los hogares españoles no se ha disparado para gastar los 55.000 millones de euros en ahorros que han acumulado durante la pandemia. La precariedad del empleo, el impacto de los precios de la energía, la persistencia de la pandemia y la escasez de bastantes bienes de consumo duradero por los mencionados cuellos de botella, pueden explicar esta atonía en el consumo doméstico.

Tampoco se ha producido un fuerte rebote de la inversión productiva. En concreto, la inversión total ha caído cerca de un 1 % y se sitúa todavía por detrás de los valores precrisis. El retraso en la implementación del fondo europeo de recuperación y resiliencia podría explicar ese dato negativo. Muchas empresas, ante su posible participación en proyectos financiados por dicho fondo, pueden haber retrasado proyectos de inversión. Hemos visto que hay factores coyunturales en la pérdida de vigor económico de nuestro país, pero también hay otros más estructurales, ligados a la transición energética y a deficiencias en mercados básicos (por ejemplo, vemos una tasa de paro muy elevada para el estándar europeo y, al mismo tiempo, demanda de trabajo insatisfecha en muchos sectores). El ruido y la falta de consenso en reformas estructurales clave (por ejemplo, mercado de trabajo, pensiones, vivienda, etcétera) tampoco ayuda. No olvidemos que la plena utilización de los fondos europeos requiere que las reformas estructurales que necesitamos se acometan de forma satisfactoria.