David Beriain: sus ojos, nuestros ojos

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

VÍTOR MEJUTO

18 nov 2021 . Actualizado a las 08:54 h.

La Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre, creada y presidida por el propietario y editor de este diario, que le dio además su nombre, entrega hoy, en la LXIII edición, su premio anual, que tiene este 2021 una significación muy especial: primero, porque, si la memoria no me falla, es el primero que se concede a título póstumo; segundo, porque el merecidísimo ganador del prestigioso galardón es un periodista que falleció, por decirlo con todas las palabras, en acto de servicio.

David Beriain, pamplonica muy orgulloso de su tierra, convirtió el mundo en su universo desde que era poco más que un niño. Pero no el mundo tranquilo y pacífico que la inmensa mayoría de los humanos visitamos cuando nos montamos en un barco, en un tren o en un avión, incluso para ver lugares muy alejados de nuestro lugar de residencia. No. David viajaba para cumplir su misión profesional, que comenzó realizando para La Voz de Galicia, a esos rincones del planeta donde todo es espanto y destrucción: las zonas de guerra y de conflicto. A esos sitios donde el sufrimiento se palpa a flor de piel, donde se cometen las barbaridades que nos amargan, nos indignan o nos apenan cuando las vemos en los medios de comunicación. Esos territorios que no existirían para el mundo de no ser por quienes, como David, se convierten en su voz y en nuestros ojos.

Porque eso era David Beriain y quienes como él ejercen una de las profesiones más peligrosas del planeta: la de corresponsal de guerra. A los 25 años, cuando muchos chavales están aún saliendo de una larga adolescencia, David comenzó a viajar, por cuenta de La Voz, en este caso a Irak, en donde entró escondido en el doble fondo de carga de unos contrabandistas. Y ese mismo año viajó a Afganistán para entrevistar a los líderes talibanes, donde vivió la experiencia adicional de ¡un terremoto! David Beriain viajaba por algunas de las zonas más inseguras y violentas del planeta para informarnos de lo que allí estaba sucediendo, único modo de enterarse —sobre el terreno— de lo que pasa donde nadie quiere ir, porque el riesgo para la integridad física y la vida es tan real como inminente.

Pero David, que era también un muy comprometido ecologista, tenía ese noble y generoso empeño, el de informar, el de contar la terrible realidad de los desamparados de este mundo o la corrupción de quienes se benefician de la miseria: la vida de los jóvenes que trabajan para la mafia colombiana, el oscuro dominio del chavismo en Venezuela, la devastadora tragedia de la prostitución y el sida en Kenia.

David Beriain, compañero para siempre de La Voz, murió en Burkina Faso como un héroe, a los 43 años, asesinado por los terroristas de Al Qaida. En ese momento final, ni él, ni el ecologista Rory Young quisieron dejar abandonado al periodista español Roberto Fraile, y pagaron con su vida ese acto supremo de generosidad y profesionalidad. Ese era David, a quien hoy se le entrega un premio que casi nadie había merecido antes tanto como él.