De volcanes y falta de conocimiento

Manuel Regueiro y González-Barros PRESIDENTE DEL ILUSTRE COLEGIO OFICIAL DE GEÓLOGOS

OPINIÓN

Kike Rincón | Europa Press

11 nov 2021 . Actualizado a las 08:52 h.

La Palma ha sido un excelente modelo para demostrar que la geología española en el campo de los riesgos y peligros volcánicos está a nivel mundial, no por el hecho incuestionable de que el funcionamiento del Pevolca haya sido ejemplar —con los científicos y nuestra protección civil coordinados con perfección nunca antes vista, lo que ha dado como resultado una población advertida y evacuada en tiempo y forma antes de que pasara nada (admirable)—, sino porque también algunos de nuestros geólogos, como Joan Martí, de la Universidad de Barcelona, han previsto con precisión métrica el punto concreto de la reciente erupción en Islandia en un proyecto de cartografía de riesgos geológicos en colaboración con investigadores islandeses. Todo un hito. Y en La Palma ha pasado exactamente lo mismo.

Pero muchos otros científicos españoles han trabajado y trabajan en la isla en la cartografía del riesgo volcánico de La Palma o en la evolución posible de los enjambres sísmicos —por citar solo dos casos de los muchos que hay—, publicando sus resultados en revistas científicas de prestigio. Si uno lee los artículos se da cuenta del nivel que hemos alcanzado en nuestro país en este campo.

Sin embargo, nuestro país —líder en la geología de los riesgos geológicos— no es capaz de que esta rama de la ciencia tenga una presencia adecuada en primaria y secundaria. El Ministerio de Educación —que está diseñando los planes de estudio— ha respondido a las organizaciones geológicas nacionales que le han preguntado por la escasa importancia de la geología en el currículo que no nos preocupemos, que primero consultarán con las comunidades autónomas y luego, ya si eso, mirarán nuestras propuestas para resolver la cada vez más grave aculturación geológica de la población nacional.

La combinación de falta de profesores de geología —y por lo tanto de vocaciones— y de un mecanismo perverso para que la geología no sea elegida por los alumnos da como resultado que cada vez hay menos geólogos en España. No podemos esperar que esas ausencias causen una repentina erupción de vocaciones que signifiquen en el medio plazo el reemplazo de los actuales científicos punteros por otros aún más importantes a nivel mundial.

Nos deslizamos —como la lava de La Palma— hacia el mar de la irrelevancia científica en el campo de la geología. ¿No sería mejor aprovechar que ahora estamos en el epicentro de la geología mundial para mejorar la formación geológica de todos los ciudadanos?