Injusticia de Nobel

Ariana Fernández Palomo FARMACÉUTICA, INVESTIGADORA EN COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN CONTEMPORÁNEA EN LA USC Y PRESIDENTA DE LA ASOCIACIÓN DE CIENTÍFICAS GALLEGAS «LA CIENCIA ES FEMENINO»

OPINIÓN

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11 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando escuché por primera vez la historia de «la foto 51», la que determinó que el ADN tenía una estructura de doble hélice, me costó creer que se concediera el Nobel a tres personas que habían sustraído el trabajo de una cuarta y que, una vez conocida la verdad, la prestigiosa institución no corrigiera el error.

La cristalógrafa Rosalind Franklin fue la autora de la fotografía tomada con la técnica de difracción de rayos X, en la que se puede ver la estructura del ADN. La guardó en su despacho, que estaba frente al de Wilkins, su jefe entonces, en el King´s College, el centro de estudios más misógino de la época, en el que las mujeres no podían entrar en la cafetería, ni en la sala de profesores, aunque lo fueran, manteniendo el estatus masculino en un obsoleto estado de privilegio. El descubrimiento fue comunicado por ella en una conferencia en esta institución en 1951; Wilkins invitó a la conferencia a sus amigos de Cambridge, Watson y Crick.

La foto de Franklin desapareció de su despacho. Posteriormente, Wilkins reconoció que se la mostró a sus amigos, que un par de meses después publicaron en Nature un artículo en el que proponían la estructura del ADN como una doble hélice. Cinco años más tarde, a los 37 años, tras haber descubierto también la estructura del virus del mosaico del tabaco y de la polio, muere de un cáncer de ovario. En 1962, Watson, Crick y Wilkins reciben el premio Nobel por su «descubrimiento». Watson, acusado de acoso por muchas colegas científicas, se atrevió a valorar a Rosalind físicamente en un párrafo de su famoso libro de autobombo, La doble Hélice: «Estaba decidida a no destacar sus atributos femeninos. Aunque era de rasgos enérgicos, no carecía de atractivo, y habría podido resultar muy guapa si hubiera mostrado el menor interés por vestir bien».

Para quienes tengan dudas de la veracidad de los hechos puede leer la correspondencia que mantuvo Francis Crick con Maurice Wilkins entre 1950 y 1976 y que forman parte del legado que el biólogo Sydney Brenner hizo a los archivos del Laboratorio Cold Spring Harbor, en Estados Unidos. En una de ellas, Wilkins dice: «Así que anímate y créenos si te decimos que si te dimos la patada fue entre amigos. Esperamos que nuestro robo al menos produzca un frente unido en vuestro grupo». Hay más lindezas y desprecios a Franklin en este interesante intercambio epistolar. «Confío en que el humo de la brujería salga pronto de nuestros ojos». En ese momento, Rosalin Franklin ya había decidido dejar el King´s College.