Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso y la pulsión suicida

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Alberto Ortega | Europa Press

05 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada uno se suicida como quiere, sostiene el dicho popular. Y así es. En España, el hit parade del harakiri político lo encabeza Albert Rivera, que decidió inmolarse en la cumbre de su carrera. Tenía 57 diputados y la opción de ser vicepresidente de un Gobierno de Pedro Sánchez. Pero eligió muerte. Ciudadanos es además reincidente, porque también su sucesora, Inés Arrimadas, optó por poner fin a su vida política presentando una moción de censura en Castilla y León contra su propio Ejecutivo de coalición con el PP. Y siendo nada menos que vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias decidió tomar voluntariamente el camino del cadalso presentándose como candidato en Madrid para ser humillado en las urnas.

Pero ahora es el PP el que parece incapaz de controlar sus pulsiones suicidas. Y está dispuesto a darse matarile en su momento más dulce desde hace tres años, con viento de cola en las encuestas y gobernando en solitario en Madrid. Explicaciones de la pelea de gallos entre Casado y Ayuso se han dado muchas. Pero todas son un bla, bla, bla. Ayuso está ebria de poder y quiere control total de sus listas. Casado teme que Miguel Ángel Rodríguez, gurú de la madrileña, le prepare una encerrona. No hay más. Y, aunque es cierto que el votante del PP lo aguanta todo, a Casado no le conviene poner a prueba esa resistencia, no sea que se acabe encontrando con la sombra de Abascal antes que con la de Ayuso. Y entonces, ni el PP ni España iban a salir ganando.

No es verdad que Génova gane todos los pulsos que se le echan. Y si no, que se lo pregunten a Feijoo. Casado y Ayuso tendrán que pactar antes de que sea tarde. Porque lo que transmite ahora el líder del PP al prestarse a semejante espectáculo con tal de pararle los pies a Ayuso es su miedo a perder unas generales que en realidad tendría ganadas si se estuviera quieto y no hiciera demasiadas tonterías hasta el 2023. Pero Casado quiere blindarse ante una posible derrota, o una victoria insuficiente, para poder tener otra oportunidad, que en su caso sería la cuarta. Caso inédito, porque ninguno tuvo en España ese número de balas. Nadie en su sano juicio puede pensar que Ayuso va a disputarle la candidatura a Casado en las próximas elecciones generales. Por tanto, el pulso que le plantea Génova no mira a los comicios del 2023, sino a los del 2027. Lo cual es reconocer ya una derrota que no se ha producido. Un tiro en el pie.

Es cierto que las formas de Ayuso —o del gurú que la guía— no son presentables. Pero el intento de Génova de negarle la presidencia del PP madrileño es, además de un absurdo, una batalla perdida. Si sigue por ahí, Casado no solo se va a hacer daño a sí mismo, y se lo hará a Ayuso, sino que también quemará al alcalde Martínez-Almeida, que se había ganado una popularidad transversal por su pragmatismo y su sentido común y ahora aparece como un político intrigante teledirigido por García-Egea. Haber sobrevivido a Gürtel, a Kitchen, y hasta a la moción de censura contra Rajoy, para acabar muriendo en una refriega interna, sería para que el PP se lo hiciera mirar.