«No soy un gato», dijo el abogado. «No soy un gato», repitió el letrado ante el juez de Texas y los demás comparecientes en un juicio telemático celebrado en febrero de este año en el estado de la estrella solitaria. Pero sus palabras las pronunciaba en pantalla un minino de mirada tan tierna como desconcertada. El magistrado deshizo el entuerto y dictó sentencia: se había olvidado de quitar uno de los filtros que permiten ciertos programas de videoconferencias.
Aquella anécdota se hizo viral. Y evocó la trama de la distópica Years and Years, una ficción que nos traslada a un hipotético futuro muy próximo en el tiempo. Y que por momentos da miedo. Reconocemos las consecuencias de situaciones a las que ahora no hacemos frente de manera eficaz, como el populismo, la desinformación o el uso indiscriminado de las tecnologías. En la serie podemos ver como una niña no quiere enseñar su cara, sino un emoji. En las pantallas y en la vida real.
Aquel personaje quería ser «transhumano». ¿Qué querremos ser en el metaverso del que tanto cacarea Mark Zuckerberg (en apuros por las muchas falcatruadas perpetradas en sus redes)? La idea no es original. Ya existen otros proyectos similares. Pero su propuesta de ecosistema digital basado en realidad aumentada y mixta inquieta más que otras. ¿Quién pondrá las normas en esa realidad alternativa? ¿Con qué moneda habrá que pagar para vivir allí? Primero vinieron a por nuestros datos y nuestra privacidad. Y guardamos silencio. ¿Qué pasará cuando vengan a por almas de nuestros seres queridos? ¿Poner una carita indignada o un me gusta? ¿A qué creen que dan mucha más repercusión los algoritmos?
