Malas noticias de Portugal

Francisco Carballo-Cruz PROFESOR DE ECONOMÍA EN LA UNIVERSIDADE DO MINHO

OPINIÓN

PEDRO NUNES | Reuters

29 oct 2021 . Actualizado a las 11:38 h.

En la resaca de las elecciones de finales del 2015, el socialista Antonio Costa, a pesar de no encabezar la lista más votada, fue capaz de convencer a los partidos a su izquierda (Partido Comunista-PCP y Bloco de Esquerda-BE) para que le apoyasen y así formar un Gobierno minoritario monocolor del Partido Socialista (PS). Con ese acuerdo quedó constituida la denominada Geringonça.

La buena relación que imperó en la primera legislatura se fue deteriorando desde el inicio de la segunda, a finales del 2019. En los últimos años, el Bloco de Esquerda avisó reiteradamente al Gobierno de que, si quería continuar contando con su apoyo, debía dar un giro a la izquierda en muchas de sus políticas. Las amenazas del Bloco se consumaron el año pasado con el voto en contra a los Presupuestos, que acabaron por aprobarse gracias a la abstención del PCP.

Desde ese momento, el Partido Comunista se fue distanciando del Gobierno cada vez más. Los malos resultados del PCP en las elecciones locales de hace un mes, en las que perdieron algunos ayuntamientos importantes en favor del PS, hicieron saltar las alarmas entre sus dirigentes. Era momento de marcar distancias con el Ejecutivo para evitar que el trasvase de votos continuase en los dos años que quedaban de legislatura.

Anticipando dificultades para recabar apoyos, este año el Gobierno sí preparó unos Presupuestos de izquierda, con ligeras bajadas de impuestos a las familias y medidas de carácter social de bastante calado, gracias a la relativamente buena situación de las finanzas públicas portuguesas. El Bloco y el PCP exigieron más y el Gobierno cedió, y mucho, pero llegó un momento en el que dijo basta, por responsabilidad política.

Más cesiones no habrían bastado. El rechazo al Presupuesto ha sido una excusa para escenificar la ruptura. El Bloco y el PCP rompen con el Ejecutivo para no acumular más desgaste y recuperar votos. Es cierto que la quiebra era inevitable y que en algún momento habría que celebrar elecciones, pero el momento es seguramente el peor de los posibles.

Se abre un escenario de gran incertidumbre. En lo político, no está claro que unas nuevas elecciones alteren la fotografía del panorama político portugués. Casi con toda seguridad, nadie tendrá mayoría y la fragmentación y los vetos dificultarán mucho la formación de ejecutivos con capacidad para gobernar. Todo esto en un contexto en el que el principal partido de la oposición celebra primarias para elegir un nuevo líder a principios de diciembre.

En lo económico, el impasse dificultará la gestión de la coyuntura inflacionista, la crisis energética y los déficits de oferta de productos y mano de obra. Además, retrasará la recepción de los fondos NextGen y la puesta en marcha del Plan de Recuperación y Resiliencia. Ya nada era fácil. Ahora todo será más difícil.