Profunda Galicia

Isabel Olmos MAGISTRADA DE LA SALA DE LO SOCIAL DEL TSX DE GALICIA.

OPINIÓN

Laura Martelo

27 oct 2021 . Actualizado a las 09:51 h.

Según la RAE, el adjetivo «profunda», dicho de una comunidad, significa conservadora, tradicional, resistente a la influencia externa. En ningún caso viene referido a un territorio alejado, sin infraestructuras ni servicios, que es a lo que se refería la resolución judicial de la jueza de Marbella. Si invertimos el orden del adjetivo y decimos «profunda Galicia» nos evoca un lugar misterioso, sabio, ancestral. Rural es lo relativo al campo, que no es lo mismo que pobre, y urbano lo relativo a la ciudad, que tampoco equivale a rico.

¿Cuál es el ambiente ideal para criar a un niño, el lugar idóneo para que desarrolle su personalidad? Todos los padres y madres buscan lo mejor para sus hijos. Los hay que deciden ir a vivir a la ciudad, a la capital si puede ser, piensan que la felicidad depende del lugar donde resides, en las expectativas que supone una gran metrópoli, Madrid, por ejemplo, con sus universidades, lo mismo que Barcelona. Tienen todo tipo de infraestructuras, hospitales, museos, teatros, colegios bilingües, guarderías última generación. ¿Qué padre o madre no querría llevar a su bebé a uno de esos sitios donde aprenden inglés cantando o les enseñan psicomotricidad o natación antes de que pierdan el reflejo que tenían dentro del útero, un lugar donde se les estimula la curiosidad y el aprendizaje? Otros, sin embargo, para espanto de los primeros, eligen sitios tranquilos, pequeños, pequeñísimos, aunque estén cerca del mar, en una comunidad bilingüe incluso, sin tiendas, aunque no falten buenos colegios públicos, en plena naturaleza, rodeados de bosques, de riachuelos donde mojarse los pies, lugares donde de noche se ven las estrellas, aldeas donde todavía quedan los abuelos. La ciudad puede ser ruidosa, sucia, peligrosa, hostil, cara, y el rural aburrido, aislado, alejado, atávico. ¿El resultado?, nunca se sabe. Madrid, Barcelona, pueden no ser suficientes, siempre queda Nueva York, Londres o Australia.

Cuando los padres se separan y un juez tiene que decidir entre el campo o la ciudad, ¿no se convierte acaso en padre o madre? ¿No decide en función de lo que conoce, del lugar donde vive y ha criado o criaría a sus propios hijos? El caso es: ¿quién se atreve ahora a irse a vivir a la España vaciada de verdad si esta decisión puede condicionar la guarda y custodia de un hijo? En todo caso, esta mañana cuando me he ido a trabajar y he dejado mi casa de la aldea gallega en la que vivo, no he percibido un flujo anormal de coches abarrotados de enseres, de familias huyendo de sus hogares profundos, ni he oído en la radio que en los tres aeropuertos que tenemos, hayan tenido que atender a un exceso de demanda de viajeros. «Y es que hasta la curiosidad y el espanto terminan por cansarse», decía Nietzsche. También dijo que: «donde uno no puede amar más debe pasar de largo».