El Nobel y el Banco de España

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

BRITTANY HOSEA-SMALL / UC BERKELEY

14 oct 2021 . Actualizado a las 08:51 h.

Resulta significativo que, de los tres prestigiosos economistas galardonados este año con el premio Nobel, solo David Card acapare las candilejas mediáticas y políticas en España. Angrist e Imbens pasaron por aquí con más pena que gloria, sin una recensión o glosa que llevarse a la boca. La explicación es sencilla: las investigaciones de Card, sus «experimentos naturales», versan sobre el mercado de trabajo. Y este es un asunto candente, sensible y objeto de confrontación en un país donde aún colea la última subida del salario mínimo y se debate la reforma laboral.

Hace más de treinta años, Card sometió a prueba un dogma de fe de la economía neoclásica: la subida del salario mínimo destruye empleo, especialmente en los sectores de más baja productividad. El resultado del experimento sorprendió al propio autor. En el estado de Nueva Jersey, donde el salario mínimo pasó de 3,35 dólares a 4,25 dólares por hora (27 % de subida), el impacto sobre el empleo en el sector de la comida rápida, uno de los más precarizados, fue insignificante o nulo. En la vecina Pensilvania, con el salario mínimo congelado, el empleo se redujo. La publicación de los resultados fue una bomba que dinamitaba la teoría convencional. Colegas de Card, quien nunca abogó por la subida del salario mínimo y siempre se mantuvo alejado de la política, le retiraron la palabra. Los experimentos, debieron pensar, con gaseosa y en casa.

Tres décadas después, en el 2019, el Gobierno de España aprobó la mayor subida histórica del salario mínimo, aunque inferior a la de Nueva Jersey: un 22 %. El Banco de España, inasequible al desaliento y ciego a las evidencias empíricas, profetizó una reducción de empleo, especialmente entre los trabajadores jóvenes y mayores. El viejo argumento salía a relucir de nuevo: si el salario crece más que la productividad, el empresario expulsará trabajadores o dejará de contratar. Nadie puede cobrar más de lo que produce: si el trabajador me cuesta cien y genera noventa, no puedo mantenerlo. Pero, pongamos por caso que me cuesta cincuenta y me genera cien, ¿puedo entonces asumir, a costa de reducir mis beneficios, subirle el salario a sesenta? Lo cierto es que, a posteriori, el Banco de España afirmó que su profecía se había cumplido: la subida del SMI había destruido entre 98.000 y 180.000 empleos. Una conclusión difícil de aceptar a ojo de buen cubero y con la EPA en la mano, porque el empleo creció en el 2019 un 2 % (más de 400.000 personas). Pero hay más: el crecimiento fue mayor en los colectivos teóricamente más castigados por la subida del SMI: el número de trabajadores mayores de 55 años aumentó un 6,7 % y el de menores de 25 años creció un 7 %.

Todo lo cual me sugiere una recomendación al regulador financiero, ahora metido también a regulador del mercado laboral: copie usted de David Card. Aléjese de las arenas movedizas de la política, aplique el análisis empírico y abandone las teorías contaminadas de ideología. Aunque le retiren la palabra algunos de sus amigos.