El violador no tiene quien le entienda

OPINIÓN

José Ángel Prenda, uno de los miembros de la Manada
José Ángel Prenda, uno de los miembros de la Manada Pepo Herrera | EFE

09 oct 2021 . Actualizado a las 20:37 h.

Del puño pasó a la letra, y ese giro de versión en forma de carta manuscrita será forzoso, interesado, pero es también un símbolo supremo. La sociedad está polarizada en unas cosas, en otras ni un paso atrás. La Justicia tampoco está dispuesta a recular. A los violadores ya no hay quien los entienda, quien les tenga pizca de compasión. Y mira que dan pena quienes no distinguen la atrocidad del placer. La carta de perdón de José Ángel Prenda, uno de los cinco que violaron a una chica en un portal en los sanfermines del 2016, tiene una coherencia que les falta a los vídeos del WhatsApp. Esa carta («Quiero manifestar a título personal mi arrepentimiento por el delito por el cual cumplo esta condena y mi solicitud personal de perdón a la víctima») es el primer signo de debilidad de la manada. Ya no son cinco contra una, porque una son millones más, una condena de una sola versión que no va a cambiar. El líder le falla al grupo, será el peso de los años que le han adelgazado en la cárcel, el Prenda quiere zafarse a título personal tras cumplir una cuarta parte de su pena y lo intenta de la única manera en que ve opción, contando la verdad. Ellos lo saben bien, sabían a lo que iban. Saben desde el principio que no veían más allá de su euforia de salirse y fardar. Lo sabe cualquier persona que lea la sentencia del caso y la declaración del Prenda ante el fiscal.

Si la prisión aprieta, el yo canta, el clan se ahoga, se raja el rebaño de la violación. Así se avanza, gracias a la valentía de la denuncia de las víctimas, a una sociedad que no traga con la fuerza de la humillación y al paso seguro de una Justicia que no se queda a la espera, que va dejando atrás la perversidad de ciertos matices, los códigos de una moral desigual.

El perdón del Prenda tiene un aire calculado pero infantil. Recuerda al cuento de las ovejas y el lobo. ¿Cambiará ahora de piel la manada? La mentira se ve acorralada, no hay salida. Se avecina la confesión grupal.