Cuentan las crónicas que las corridas de toros acabaron, a mediados del XIX, por ser aceptadas como uno de los rasgos distintivos de nuestra cultura patria. Tanto que los intelectuales, ante la presión de la afición, reconocieron el espectáculo taurino como la fiesta nacional; eso sí, tras negociar su imagen y adaptarla a la nueva sociedad liberal y burguesa. Pero los tiempos cambian y, ahora que casi logramos acabar con la exhibición de la tortura pública de los toros, no podemos quedarnos sin una fiesta que armonice nuestra identidad. Tenemos la siesta, la paella y tenemos la fiesta.
Porque la decisión no ofrece dudas. A la vista del éxito, de la elevada participación, de la dejadez e incapacidad de nuestros mandamases por combatirlo y de que experimenta un crecimiento exponencial, la nueva fiesta nacional ha de crearse en torno al botellón. Esa reunión alcohólica-tertuliana que cada semana reúne a decenas de miles de ciudadanos. Y es que, como dijo el alcalde de una gran ciudad, tienen tanto éxito que hasta hay papás que llevan a sus niños al botellón.
No existen un rincón de España que no celebre semanalmente multitudinarias concentraciones. Los 40.000 asistentes al de la Ciudad Universitaria de Madrid marcan un récord mundial. Récord que puede ser batido ampliamente, incluso este mismo fin de semana.
No hay leyes ni normas que valgan. En un país que legisla perseguir a los pescadores deportivos de los muelles, las policías se ven incapaces de hacer frente a la avalancha y en muchos casos acaban corriendo delante de las manadas que los reciben a pedradas y botellazos. Porque, a decir de los expertos hay un «derroche de adrenalina», producto de las heridas psíquicas producidas por la pandemia. Heridas que, por lo visto, los demás no tenemos.
Así que lo mejor es aceptarlo y convertir el botellón en algo productivo. Hay que saber aprovechar nuestras potencialidades. Buena envidia deben tener por Europa adelante que no saben ni lo que es. Porque el botellón es typical spanish o, como diría Rajoy, muy español y mucho español. Por eso hay que declararlo fiesta nacional.