Vivir en pandemia con esquizofrenia

Marta Galindo Fuentes NEUROPSICÓLOGA DE LA CLÍNICA LÓPEZ IBOR

OPINIÓN

28 sep 2021 . Actualizado a las 12:49 h.

Vivimos en un momento de cambios continuos en cuanto a lo social y sanitario, algo que repercute en toda la población. No podemos olvidar a aquellos que ya precisaban una atención específica, como son las personas con esquizofrenia y otras enfermedades mentales graves.

Las pautas y cambios establecidos se han dirigido, en su mayor parte, a la población en su conjunto. Las personas con trastornos mentales crónicos se muestran más vulnerables en estos momentos, por lo que es relevante considerar su situación de manera específica dentro de esta pandemia.

Tratar de entender cómo les ha podido afectar la llegada del covid-19, para así proponer una intervención más ajustada, es primordial. Veamos cómo pueden aparecer o mostrarse los síntomas dentro de un contexto de pandemia:

Las formas de comunicación a distancia pueden aumentar la paranoia de los pacientes, ya que se hace preciso comunicarse a través de herramientas electrónicas; por ejemplo, ver a sus familiares o a los profesionales que les atienden en una pantalla.

Además, algunos pacientes han incorporado aspectos relacionados con el covid-19 a sus arraigadas creencias erróneas y generan delirios más estructurados y basados en temas que se escuchan de manera recurrente, como que la pandemia mundial ha sido provocada de manera intencionada, que es una forma de control de la población o que las vacunas generan síntomas no contrastados.

Las personas con esquizofrenia pueden atribuir la información que reciben a sus «voces» o ver signos de contagio como el propio virus. Lo más importante es entender cómo estos síntomas repercuten en el estado emocional del paciente y hasta qué punto limitan su funcionalidad.

Personas con dificultades cognitivas pueden no entender de qué trata todo esto, lo que lleva a su incapacidad para comprender la situación y la importancia de las medidas. Es posible que no recuerden lo que les han enseñado sobre el virus y que requieran recordatorios en varios momentos para que adopten nuevos hábitos, como lavarse las manos con frecuencia y el distanciamiento social. Las personas con diversidad funcional pueden requerir asistencia en actividades como el aseo o el vestido, lo que lleva a los cuidadores a tener contacto físico directo con el individuo, y dificulta la flexibilidad para determinar en qué situaciones sí y en cuáles no se deben respetar las medidas de distanciamiento y no contacto de manera estricta.

Al igual que con los déficits cognitivos, los pacientes con desorganización cognitiva y/o conductual pueden tener dificultades para seguir los procedimientos sobre higiene de manos, uso de la mascarilla y distanciamiento social.

En caso de ser una persona contagiada, los síntomas de covid-19, especialmente la disnea, pueden generar ansiedad y ataques de pánico. Incluso, en personas no contagiadas el miedo al contagio puede generar un temor elevado que, con interpretaciones erróneas de la situación, puede ser más probable que genere un trastorno de ansiedad o ataques de pánico. También, el hecho de vivir en un contexto social y sanitario cambiante puede aumentar el nivel de estrés y ansiedad, junto con convivir con un «peligro» real como es el virus.

Por último, no debemos olvidar el aislamiento causado por el confinamiento estricto que hemos sufrido meses atrás; a día de hoy puede ser preventivo en casos de contacto estrecho o voluntario por aquellos que se muestran más temerosos. Para muchas personas con enfermedad mental, estar solas es una carga terrible, mucho más allá de lo experimentado por el resto. La soledad precipita los síntomas psiquiátricos en personas sin trastornos previos, y también en aquellos con estos trastornos. Además de la confusión que genera un mensaje ambiguo, como es la necesidad de promover sus relaciones sociales y sus actividades de ocio, pero, a la par, verse estas áreas limitadas por las medidas sanitarias y de movilidad.

Por todo lo mencionado, entender cómo influye el covid-19 y los cambios acontecidos por ello en personas con enfermedad mental grave resulta determinante para mejorar la calidad de la atención dada a estas personas, no solo en los contextos sanitarios o asistenciales, sino también a nivel social y comunitario.