Puigdemont: todas las soluciones son malas

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Quique Garcia | Efe

24 sep 2021 . Actualizado a las 18:42 h.

Para asomarse al nuevo caso Puigdemont resulta útil reproducir la pregunta que la portavoz de su partido en el Congreso formuló al Gobierno. Dice así: «¿Qué actuaciones ha llevado a cabo el Gobierno (incluidos sus Servicios de Inteligencia) en relación con la detención ilegal del eurodiputado y president de Catalunya en el exilio, Carles Puigdemont y Casamajó?». No hay en el texto ni una palabra sin intención. La primera es culpar al Gobierno y al CNI, no vaya a parecer que es una actuación de la Justicia italiana. La segunda es calificar la detención como ilegal, como si la euroorden del juez Llarena no estuviese en activo, porque Junts sostiene que así lo comunicó el Ejecutivo español al Tribunal General de la Unión Europea y por eso este tribunal suspendió su inmunidad parlamentaria. La tercera es apelar a su condición de eurodiputado para ampararse en el fuero europeo y provocar la intervención de la Eurocámara. Y la cuarta, calificarlo como «presidente en el exilio» para revestir de dignidad a quien solo es un vulgar fugado de la Justicia. Los partidarios de Puigdemont quieren guerra, lo anuncian en esta pregunta y, de acuerdo con los radicales de la CUP, ya hicieron la primera manifestación para reclamar su libertad.

El prófugo pasó su primera prueba, está en libertad, pero su futuro depende de una difícil combinación de vigencia de la euroorden y decisión del tribunal europeo sobre su inmunidad. Puede ocurrir cualquier cosa, y ninguna cosa descarta este cronista. Si lo envían a España, contemos con fuertes protestas en la calle como la manifestación de mañana en Barcelona y el uso fraudulento de la palabra represión. Si el juzgado de apelación lo deja en libertad, contemos con una campaña de desprestigio de la Justicia española, una de las grandes especialidades de los separatistas, y una desmoralización de los jueces y de todos los ciudadanos que ven en Puigdemont lo que es: un personaje dañino que no solo pretende la independencia de Cataluña, sino el desprestigio internacional de España. A eso dedicó los cuatro años de su exilio bien financiado.

Mientras todo se aclara solo hay una cosa cierta: se vuelve a demostrar la fragilidad de los intentos de resolver la cuestión catalana. Bastó esta noticia para que Junqueras le mandara «todo el apoyo, president» y el actual presidente de la Generalitat se pusiera «a tu lado, president». Lo que ellos llaman represión, que no es otra cosa que hacer cumplir la ley, une mucho al independentismo. Es su argamasa. Quizá este acontecimiento les sirva para olvidar las últimas tensiones y volver al frente común. En ese caso, la mesa de diálogo correría el peligro de descoyuntarse antes de ofrecer un solo resultado. Y Pedro Sánchez se quedaría sin uno de sus reclamos para la campaña electoral y quizá sin mayoría de apoyo, vaya usted a saber.