Escasez de microchips: desafío laboral, económico y social
OPINIÓN
Actualmente, nos enfrentamos a un reto de suministro global que supone un desafío para muchos sectores: la escasez de semiconductores, también conocida como la escasez de microchips o chips. La relevancia de la tecnología en nuestras vidas es tal que este fenómeno ya no es solo un desafío industrial, sino un conflicto laboral, económico y social.
Para entender bien qué es lo que está pasando, primero debemos tener claro a qué hacemos referencia cuando hablamos de semiconductores o chips. Los semiconductores son elementos que cuentan con propiedades para conducir o aislar la electricidad. Se utilizan para fabricar chips o microchips, que son pequeñas estructuras que se utilizan en la gran mayoría de equipos electrónicos como smartphones, PC, televisores o automóviles. Por esta razón, el reto afecta a muchos sectores a nivel global, puesto que supone un cuello de botella en la producción de dispositivos indispensables para la sociedad hoy en día.
Su demanda, en línea con la digitalización, se encontraba en crecimiento antes de la pandemia. Sin embargo, la crisis sanitaria ha provocado una demanda mundial sin precedentes de este tipo de componentes al haber influido en nuestra forma de vida. Por ejemplo, el PC se ha convertido en un bien de primera necesidad al haberse incrementado considerablemente el hábito del estudio, entretenimiento y trabajo desde casa, dando lugar a una enorme dependencia de estos dispositivos.
Además, la pandemia ha generado un entorno complicado para la cadena de producción. El año pasado, se detuvo el suministro de semiconductores cuando el crecimiento de la demanda coincidió con las interrupciones en fábricas. Esto provocó el cierre de líneas de fabricación en industrias clave, así como la ralentización del abastecimiento de productos esenciales.
Hasta aquí, el desafío. Pero, ¿cómo podemos afrontarlo? La industria ha ido tomando medidas para afrontar las limitaciones a corto plazo, pero la escasez de capacidad de fundición, sustratos y componentes aún podría tardar en solventarse, puesto que la solución no es sencilla. Se necesitan más fábricas de este tipo de componentes, pero hacerlo cuesta en torno a 10.000 millones de dólares y el tiempo que transcurre desde que comienza su construcción hasta que está operativa es de, aproximadamente, dos a tres años. Además, por supuesto, hay que saber desarrollarlas y dotarlas de personal muy cualificado.
Tanto Europa como Estados Unidos buscan ser más independientes de Asia-Pacífico, donde hoy se concentra cerca del 80 % de la capacidad de fabricación de semiconductores. Por ejemplo, la Unión Europea, en su estrategia para el año 2030, incluye producir el 20 % de los semiconductores a nivel mundial.
En esta línea, desde Intel hemos anunciado importantes planes de expansión en términos de fabricación, que comenzarán con una inversión de unos 20.000 millones de dólares para construir dos nuevas fábricas de chips en Arizona para nuestro nuevo negocio de servicios de fundición. Además, tenemos previsto anunciar la siguiente fase de expansiones en Europa, EE.UU. y otras ubicaciones a nivel global en el transcurso del año, garantizando una cadena de suministro de semiconductores sostenible y segura para el mundo.
La pregunta del millón es cuánto durará la escasez de semiconductores, pero nadie puede predecirlo. Lo que sí está claro es que las limitaciones de suministro a las que el mundo hace frente hoy, evidencian por qué es fundamental invertir en capacidad anticipándose a la demanda.