En la geopolítica que vivimos

Lázaro R. Carrillo Guerrero FIRMA INVITADA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

09 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Sistema de Combate Aéreo Futuro (SCAF) y la puesta en marcha de un avión de combate de nueva generación (NGF) hacia el horizonte de 2040 evidencian que vivimos en un mundo de problemas, de crisis, de conflictos. Este futuro avión europeo, más que un mero avión pretende ser una nube de combate, al ir acompañado de drones. Con él se reemplazarían a los aviones de combate Rafale y Eurofighter. Y su financiación se reparte, a partes iguales, entre Francia, Alemania y España. Se prevé que de aquí al 2024 haya una inversión de 3.500 millones de euros.

Todo ello, supuestamente para hacer frente a cuestiones geopolíticas, procesos de paz, crisis y conflictos en los que los estados y la organizaciones internacionales hayan podido fracasar. Teniendo en cuenta que las soluciones políticas serían las únicas que no encontrarían la sangre. Tal es el caso de uno de los más atravesados problemas geopolíticos del mundo, entre Israel y los territorios palestinos. Donde la política está despedazada. Con un primer ministro israelí sin ser capaz de reunir una mayoría estable en el Parlamento. Y un presidente palestino cada vez menos popular sin dar paso a nuevos líderes.

Pero ellos no están solos en esa política tullida e interesada. En 1948, EE.UU. fue el primer país en reconocer Israel, y desde entonces tanto demócratas como republicanos lo han apoyado. En el 2018 la Administración Trump rompió relaciones con los palestinos. De modo que el sueño de un estado palestino independiente, y la solución, nacida en los años 90, de dos estados reconocidos para el proceso de paz, esperan extenuados.

Paralelamente, y más hacia occidente, aparece una vez más, en diciembre del 2020, la Administración Trump. Siendo EE.UU. el primer país occidental en reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Con la finalidad de que Marruecos reconozca formalmente a Israel, y ambos países firmen un acuerdo de relaciones diplomáticas. Con lo que la Europa fortaleza queda debilitada frente al juego en la geopolítica migratoria, que afecta principalmente a las dos fronteras terrestres (Ceuta y Melilla) de Europa con África.

Marruecos ha movido piezas en el tablero. Una, la utilización de 8.000 peones humanos en una jugada que ha sido denunciada por Amnistía Internacional. Y otra, acusar a Alemania de albergar una actitud destructiva sobre el asunto del Sáhara marroquí, retirando a su embajadora en Berlín. Tanto España como Alemania y la UE sostienen que el conflicto del Sáhara se solucione en el marco de la ONU sobre la base de un referendo de autodeterminación.

El mensaje de Marruecos no tiene ambigüedad alguna y su desafío es espinoso. Mientras tanto, Bruselas ha movido unos 343 millones de euros, desde el 2014, para ayudar a Rabat a controlar sus flujos migratorios. Y Alemania es uno de los principales socios comerciales de Marruecos. Al tiempo que la economía del reino alauí ha quedado tocada por el covid y la pobreza se ha multiplicado por siete, según los datos de su propio Alto Comisionado de Planificación. Lo que hace que un gran número de marroquíes quiera dejar el país.