¿Qué puede Casado aprender de Feijoo?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

18 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto Núñez Feijoo es el único político español en activo que ha ganado, consecutivamente, cuatro mayorías absolutas. No es poca cosa en un país hoy dominado por los partidos en minoría y los ejecutivos de coalición, que van desde la coherencia hasta el Gobierno Frankenstein que padecemos. Es más, desde 1977 ha habido en regionales o generales muy pocos casos comparables al del actual presidente de la Xunta.

Es verdad que algunos -¡genio y figura!- se empeñan aun en explicar esa sucesión impresionante de victorias echando mano de la supuesta existencia en Galicia de un electorado cautivo en manos del PP. La teoría, muy socorrida para que el socialismo y el separatismo derrotados no afronten un análisis incómodo y riguroso del fenómeno Feijoo, es insostenible por el simple hecho de que Galicia vota diferente en autonómicas (donde el PP lleva más de un decenio arrasando a sus competidores), generales (donde PP y PSOE están más equilibrados) y municipales (donde las siete ciudades de Galicia y otras villas medianas han estado dominadas por la coalición del PSOE y el BNG). Cuando existe, el electorado cautivo no se libera del yugo del patrón dependiendo de si se elige alcalde o presidente de la Xunta.

Pero no son solo Pontón y Caballero los que deberían entender, si algún día quieren derrotar a Feijoo, las causas que explican sus victorias. También Casado, que se ha venido a Galicia con la plana mayor del partido a dar apoyo en el Congreso del PPdeG a su apuesta más segura, debería reflexionar sobre el porqué de unos resultados tan espectaculares.

Y aunque ninguna victoria electoral (como ninguna cosa en la vida) se explica por una sola causa, entre todas las posibles para entender lo que viene ocurriendo en nuestra comunidad desde la primera victoria de Feijoo destaca su capacidad para comprender la pluralidad interna de Galicia (provincias costeras e interiores, campo y ciudad, grandes núcleos urbanos y población rural diseminada, habitantes monolingües en gallego o castellano y población bilingüe) y para obtener a partir de ella una síntesis integradora que pueda ser apoyada, con más o menos entusiasmo, por poblaciones tan dispares.

Si Casado quiere irse con una buena enseñanza de Galicia, esa podría serle de gran utilidad. No se trata de estar con Feijoo o con Ayuso, de ser más de derecha o más de centro, de insistir en la unidad del Estado o en la pluralidad de España, sino en ser capaz de integrar en un proyecto coherente, pero flexible, como diverso es el conjunto de España, una alternativa al caos que nos gobierna, que ha convertido el oportunismo y el destrozo institucional (ahí está la increíble desautorización del Gobierno ¡a los jueces y al Tribunal Constitucional!) en la seña de identidad de Pedro Sánchez. Si Casado consigue esa integración dará un paso de gigante hacia la Moncloa. Si no lo logra, el país seguirá en manos, sabe Dios por cuanto tiempo, de unos aventureros a los que no les importa gobernar, sino seguir en el Gobierno.