Un punto de encuentro familiar, PEF, es un servicio social que tiene como objetivo normalizar las relaciones parentales, especialmente entre personas menores de edad y los miembros de las familias con quienes no conviven. Ofrece apoyo psicológico y herramientas y técnicas para mediar y resolver conflictos, de modo que se pueden lograr acuerdos y un ambiente propicio para todos los miembros de la familia.
En principio, para quien esto escribe, es un servicio al que hay que acudir únicamente cuando la situación de tensión entre los progenitores es extrema. También se dan casos en los cuales los contactos entre hijos y padres no convivientes se llevan a cabo en el interior de los PEF supervisados por los profesionales que allí trabajan, dado que el juez correspondiente así lo ha creído conveniente, siempre mirando por el interés de los menores. Sin duda, estos puntos de encuentro familiares resultan determinantes para casos sumamente contenciosos y sus trabajadores hacen una labor encomiable para que las relaciones paternofiliales se puedan llevar a cabo.
¿Cuál es el problema? El de siempre. Falta de medios humanos y materiales, lo que conduce al colapso de los mismos y que los futuros usuarios de estos puntos de encuentros tengan que esperar meses y meses para poder utilizarlos. Y, mientras, menores y progenitores no custodios, sin poder comunicarse por la falta de entendimiento de sus papás.