Desmadre en Mallorca

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Cati Cladera

12 may 2022 . Actualizado a las 11:32 h.

Uno de los diversos tránsitos que ha recorrido la educación en España es el camino entre dos extremos. La senda que lleva de los alumnos que siempre cargaban con la culpa al profesor que nunca tiene razón. Y viendo el dibujo de ese tránsito se entiende parte de lo ocurrido con el desmadre de los estudiantes en Mallorca. Nadie está libre de un contagio. Pero en este caso el covid-19 ha sido recibido con alfombra roja y fuegos artificiales. Claro que los chavales han sufrido mucho durante este curso y el anterior. Nadie lo niega. No son una excepción al cansancio extremo, al sentimiento de fragilidad, al drama. Sus vidas también se quebraron. Pero de ahí a contratar viajes con alguna agencia cuyo nombre lleva implícito el desmadre... Porque más de un indicio indicaba que los del fin de curso no se iban de ejercicios espirituales, que la cosa apuntaba más bien al Magaluf style que al recogimiento o a la excursión cultural. Las autoridades sanitarias de Baleares dicen que es un brote importado, como si no se hubiera cocinado allí. De O Carballiño no procede ni el pulpo ni el aceite ni el pimentón. Pero el pulpo es de O Carballiño. Las crónicas de Mallorca hablan de noches de botellón que solo empezaron a preocupar de forma seria cuando identificaron a vecinos en las juergas. Relatan la celebración de un concierto con espectadores apiñados en una plaza de toros en la que no llevaba mascarilla ni el Tato, como diría Rajoy. Cuentan que era público y notorio que muchos estudiantes se metían de veinte en veinte en las habitaciones de los hoteles. Pero nada de todo esto importa porque, como dice una, madre, los chicos «se lo han pasado fenomenal».