Cambalache ourensano

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

MIGUEL VILLAR

26 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía nuestro admirado Jardiel Poncela que «los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa». Y esto es exactamente lo que nos encontramos en el Concello de Ourense, lugar en el que Gonzalo Pérez Jácome está llamado a convertirse en toda una referencia del municipalismo planetario, por arte y magia de los populares

Porque ocho meses después de que el Partido Popular lo descalificara, criticara, acusara de corrupto y abandonara en la tareas de gobierno, y tras continuados encontronazos y refriegas, alcanzan un acuerdo para que los concejales populares «se integren y asuman la dirección de varias áreas» municipales. Es decir, para que compartan y amparen una gestión que entendieron corrupta y que se antoja, cuando menos, controvertida y sospechosa, si nos atenemos a los numerosos episodios conocidos, tanto de Pérez Jácome como de su formación, Democracia Ourensana, que fue la tercera fuerza política con el 21,5 % de los votos en las municipales y que venía gobernando con la ayuda de dos ediles. Un absoluto esperpento.

Pero la política tiene estas cosas, aunque nos neguemos a verlas. Ocurre como con los amores adolescentes, que el desamor y la antipatía abren la puerta a la pasión y al arrebato. Y por eso, el estrafalario Díaz Jácome pasó de ser un «alcalde letal para Ourense», en palabras del presidente de la Xunta y del PP, Núñez Feijoo, a ser una extraordinaria opción de gobierno para la ciudad. Por mucho que uno disponga de los másters de Cifuentes y Casado, o de la tesis de Sánchez, que desgraciadamente no tenemos, será incapaz de entender el trapicheo de la política ourensana, sus giros y rectificaciones. Jácome terminó abrazándose a Baltar jr. de quien dijo que era «loco», «cacique» y «psicópata con corbata». Y el PP acaba de devolver el mando a un «alcalde letal para Ourense». Una alianza esotérica. Un cambalache en toda regla de imposible comprensión. A no ser que echemos mano del mundialmente famoso tango de Enrique Santos Discépolo. Ese que dice: «Que el mundo fue y será / una porquería, ya lo sé».