En negro sobre blanco, con mucho texto y letra del diez, aquel folio era un cuerpo extraño en el buzón exterior, allí donde suelen gritar los coloristas folletos de los supermercados y las rechamantes promociones de las cadenas de comida rápida.
Me llamó la atención y lo cogí. Esperaba un elogio de los servicios de un brujo-vidente africano y me encontré algo aún peor: un bulo. De los que llevan un tiempo circulando por las redes para intentar empañar el éxito de la vacunación contra el covid.
La insidia, titulada «¡Millones de vacunados magnéticos!», insiste en la patochada conspiranoica que liga las vacunas con el despliegue de las redes 5G y la instalación de rastreadores en los seres humanos (¡Ahí es nada!). Y, de paso, tacha de «fascista orwelliana» la ley de salud de Galicia. Pretende convencer a los incautos de que tras una inyección de los fármacos creados para combatir la pandemia, la piel se convierte en un poderoso imán, lo que es falso. ¿En qué se basan? En vídeos que circulan por WhatsApp y que no aportan ninguna prueba. Y en declaraciones de figuras influyentes en medios prestigiosos, extractadas, sacadas de contexto y retorcidas.
Por supuesto, la delirante tesis ha sido refutada por científicos y verificadores. Entonces, ¿quién paga estas campañas? ¿Por qué saltan al buzoneo? ¿Creen que ahí tendrán más éxito? ¿Empiezan a funcionar los diques contra la desinformación en la Red y las redes? Ojalá.