Mascarillas y mascaradas

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Eduardo Parra

20 jun 2021 . Actualizado a las 10:07 h.

Si el sentido común se reblandece, las normas suelen endurecerse. Así ocurre también en tiempos del coronavirus. Un uso racional de la mascarilla en exteriores hubiera permitido eliminarla antes. Pero las imágenes de la noche del fin del estado de alarma, con invasiones de plazas y cientos de botellones, no sugerían precisamente cordura. Pedro Sánchez no eligió ni el lugar ni el momento para anunciar que los españoles volverían a verse las caras en la calle. ¿Para qué los comités interterritoriales con las comunidades? ¿Para qué las ruedas de prensa vacías de la ministra Darias? ¿Y para qué los presidentes autonómicos pidiendo primero prisa y después pausa para retirar las mascarillas?

La pandemia deja claras algunas cosas. Que prevalece el «¿qué hay de lo mío?». Que la mayor crisis sanitaria no aparca la lucha por las migajas políticas. Que las reclamaciones de los runners están muy por encima de los paisaniños de la ruta del colesterol, las embarazadas, los enfermos y los ciudadanos de todo tipo que simplemente necesitan andar y que, además, en pistas y caminos rurales no iban a cruzarse con nadie. Que las cajeras de supermercados están muy por debajo de un buen número de colectivos que, cuando no había ni protección ni información ni vacunas, no tuvieron que ver desfilar ante sus narices a miles de personas ni se vieron obligados a tocar millones de productos que habían sido manoseados por otros. Y que es mejor no depender de ciertas gentes (de todo pelaje, no solo políticos) si algún día hay que organizar otro desembarco de Normandía para salvar a la humanidad de la próxima gran amenaza.