Los ojos de Eriksen y el dinero de la UEFA

César Casal González
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OPINIÓN

FRIEDEMANN VOGEL

16 jun 2021 . Actualizado a las 16:39 h.

Estamos acostumbrados. Vivimos en una sociedad consumista que nos consume. Somos máquinas tragaperras. Nos dejamos la vida en los trabajos por una nómina, los que aún tenemos trabajo. Hace mucho que la mejor pista para tener información es seguir la huella del dinero. Tú sigues el dinero y sabes todo sobre la vida de alguien. El dinero te desnuda tanto como las búsquedas que hacemos en Google. No hay mejor radiografía que los pagos hechos desde el móvil y todas aquellas cosas que has buscado en los últimos quince días.

La policía lo sabe. Y las investigaciones siempre empiezan por las cuentas bancarias y por los móviles, ordenadores y tabletas. Creemos, incautos, que lo que pagamos y tecleamos desde nuestros flamantes equipos es anónimo, pero es todo lo contrario. Hasta pueden recuperar dónde estuviste durante la última semana, con una exactitud de GPS.

Vale que el dinero lo marca todo. Pero hay un límite: la obscenidad. La mirada vacía que tuvo Eriksen sobre el campo de juego en el Dinamarca-Finlandia se merecía un respeto por parte de la UEFA. El partido nunca se debió reanudar.

La UEFA, que en seguida se puso del lado de las aficiones (unos ricos abanderando a los pobres hinchas), para abortar la Superliga, que llegará, no tiene alma. Como hay NBA, antes o después habrá Superliga (precisamente por el dinero), aunque se respeten los primeros puestos clasificatorios para no romper del todo la competitividad de las ligas domésticas. Ya inventarán unas tarjetas de invitación vip para que los clubes más poderosos puedan participar aunque algún año flojeen en sus ligas. La UEFA es sobre todo un tinglado de dinero. La UEFA es la caja fuerte de tío Gilito, donde se bañan en monedas los de siempre.

Lo que han hecho con Eriksen, con la mirada vacía de Eriksen, no tiene nombre. El partido no debía seguir. No había un problema de orden público. Los aficionados que estaban en el estadio, estaban como nosotros en la redacción, o ustedes en sus casas, con el corazón encogido, en pánico. Fueron unos minutos terribles. Nadie hubiese protestado porque el partido no continuase. Pero la UEFA solo pensó en la caja. Disfrazó el paripé de la reanudación en que los dos equipos estaban de acuerdo y se jugó uno de los encuentros más absurdos que recuerdo. Los compañeros de Eriksen no estaban para decidir si jugaban. No estaban para nada.

La única enseñanza es la exigencia de desfibriladores ya en todas partes. Por favor.