Discurso excluyente y de odio

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Fernando Alvarado

15 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Qué discursos políticos tiene este país, llenos de simplezas, lugares comunes y algo peor: destilan odio en cada palabra! Y no solo lo destilan, que podría ser una interpretación personal: utilizan ese concepto para referirse al adversario, como hizo la señora Belarra al hablar de la concentración contra los indultos en la Plaza de Colón. Por parte de los concentrados, hubo algo parecido, puesto que se atribuyó a los presentes la cualidad de «buena gente», que parece apartar de esa bondad natural a todos los que no estábamos allí.

Empieza a ser una inquietante característica de nuestra política: todo el que no comulga con los principios de la izquierda o los nacionalismos es directamente un fascista; todo el que no comulga con las ideas conservadores es directamente alguien que atenta contra el orden constitucional o un enemigo de España. Se está construyendo un discurso excluyente en el que se reparten credenciales también excluyentes, como corresponde a toda polarización. De ahí el acierto de Andrés Trapiello al alegar que no se puede llamar fachas a quienes dicen hoy lo mismo que decía el socialista Pedro Sánchez hace solo unos meses: que los condenados del procés debían cumplir íntegras las penas. Pero en España, querido Trapiello, es facha quien no acompaña al presidente del Gobierno en sus cambios de criterio, aunque ese presidente no haya tenido el gesto democrático de explicar por qué cambió de opinión.

A mí, creo que como a todos, me gustaría que después de una expresión política popular como la de Colón pudiéramos reflexionar sobre lo ocurrido como un hecho propio de un sistema democrático. Democracia es que las fuerzas políticas de oposición tengan derecho a manifestarse y ejerzan ese derecho. Las manifestaciones se hacen para recoger un malestar ciudadano, aunque haya un aprovechamiento de partido; para exigir una corrección de la política, o para intentar la caída de un Gobierno. A su vez, ese Gobierno tiene la obligación de defenderse y justificar sus decisiones con todos los argumentos y medios, que suelen ser poderosos.

Lo que no es democracia o pone en peligro la democracia es algo de lo visto el domingo: la descalificación de quienes se oponen a los indultos, como si fuesen enemigos de la convivencia; la tendencia a considerar que quien critica al Gobierno está en contra del Estado de Derecho, como si fueran lo mismo; la apropiación -por supuesto ilícita y torpe- del concepto «constitucional» o «constitucionalista» por los conservadores, lo cual deja fuera del manto de la Constitución a todos los demás, con lo que eso supone de deterioro de nuestra legislación fundamental. Y en la misma línea, la apropiación de los símbolos de todos, como el himno o la bandera. Cada vez son más patrimonio de una parte. Así no se hace fuerte una nación. Así no se hace siquiera nación.