Viviendas turísticas: juguemos con las mismas cartas

José Luis Vilanova LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

14 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A nadie se le escapa que la entrada en juego de nuevas plataformas globales de difusión y prestación de determinados servicios ha supuesto un revolcón importante en la forma en la que, tanto el público como los sectores afectados, asumen y gestionan ahora esos servicios. Las reglas del juego han cambiado, aunque mucho me temo que no lo han hecho igual para todos.

Volvamos al punto de partida. La irrupción de multinacionales como puede ser Airbnb, en el caso del sector de los alojamientos, o de Uber, en el del transporte de viajeros, han modificado ciertos hábitos y ciertas maneras de hacer y entender. Eso está claro. Pero hay un factor en el que no en demasiadas ocasiones se repara. Y es que lo que ninguna de esas plataformas ha hecho ha sido crear ni nuevos productos, ni nuevos servicios. Es decir, que si tú contratas una estancia a través de Airbnb en realidad lo que estás haciendo es alquilar una casa o una habitación igual que si lo hicieras directamente en una pensión, un hostal, un hotel o una casa rural. No estás contratando nada diferente. Simplemente cambia el método de hacerlo. Lo único que han hecho esas plataformas es poner determinados productos en el mapa, pero el producto sigue siendo exactamente el mismo.

¿Cuál es la diferencia? Pues que buena parte de los productos que comercializan esas plataformas pertenecen a personas que no están dentro del mercado empresarial, con todo lo que ello conlleva de competencia desleal y, sobre todo, de fiscalidad evadida.

Yo no soy contrario a que surjan nuevas modalidades de contratación, ni siquiera a que surjan propuestas o categorías como las de «alojamiento turístico». Pero siempre y cuando cumplan con una condición. Muy sencilla y muy clara. Que sus propietarios estén dados de alta en la Seguridad Social en el régimen que les corresponda, que su actividad sea fiscalizada como lo es cualquier otra actividad empresarial y que cumplan con sus obligaciones tributarias en función de los beneficios obtenidos por esos arrendamientos.

Y a mayores añadiría otro requisito: la imposibilidad de alquilar ese tipo de alojamientos para una sola noche. Quien precise de ese servicio tiene hoteles, pensiones… lo que sea. Pero si hablamos de «alojamientos turísticos» se entiende, como su propio nombre indica, que tiene que ser para una estancia prolongada.

Si esas dos premisas se cumplen y todos jugamos con las mismas cartas, adelante. De lo contrario, si mantenemos el disparatado estatus actual corremos el riesgo, no futuro sino ya inmediato, de que muchos de los alojamientos tradicionales, así como los puestos de trabajo y la riqueza que generan, desaparezcan definitivamente.