Sánchez nos pide magnanimi... ¿qué?

Sandra Faginas Souto
Sandra Faginas MI MUNDO ES OTRO

OPINIÓN

Juan Ignacio Roncoroni | Efe

11 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

No es una teoría que se encuentre en ningún manual de Lingüística, pero cualquier analista del discurso un poco ávido sabe de la poca fuerza expresiva que tiene el uso de una palabra polisílaba. Sí, esas que cumplen una función un tanto pedorra si queremos epatar al público presente en la sala. Cuando una persona que quieres bien de pronto te viene y te dice, por ejemplo, que algo es «inconmensurable», enseguida sospechas que, o bien ha consumido algo que no es legal, o que te la quiere dar con queso. Porque en el lenguaje común, en el coloquial, ese que es más próximo entre los hablantes, las palabras de cuatro o más sílabas producen alergia. Yo desconfío de ellas muchísimo (excepto, como leen, en el uso del adjetivo superlativo), por esa enorme distancia que generan y que, a mi juicio, hace que se les vea el plumero a quienes las emplean. Las polisílabas me suenan un poco huecas y, por lo tanto, se me vacían de verdad en el discurso. Por eso creo que cada vez que los políticos hablan se les escurren tanto los términos, porque tiran tanto de las polisílabas que la comunicación se pierde entre ellos y nosotros.

Este test, ya les digo, no es oficial ni está certificado, pero podemos hacer la prueba ahora mismo para verificar si los vocablos de cinco sílabas funcionan, porque con esa longitud semejan sordos para el oído de la gente de a pie y creo que pierden sus efectos. ¿No les fallan formas como absolutismo, constitucionalismo, independentismo, abstencionismo, imperialismo o territorialismo? Tienen tantos centímetros que en cuanto se acaban de pronunciar ya se percibe que no funcionan. Se ve de lejos que es nombrarlas y nos cae un marrón encima. Eso pasa mucho con las de cinco sílabas. Pero con las de cuatro tampoco es que la cosa mejore mucho, y tal vez por eso anden los populismos revueltos como el socialismo, porque no se aclaran en esa nebulosa de la forma que los atrapa. En cambio, tú le sueltas a alguien que es un fascista o un marxista y vaya si enseguida te entiende. ¿Por qué? Porque se ha currado el mensaje con una trisílaba de libro, y hasta ahí los hablantes tenemos limitada nuestra comunicación. El resto es un agujero negro que aspira toda palabra tediosa. Por eso, cuando he oído a Sánchez pedirnos magnanimidad me ha entrado la alergia. Aaaaachís. Con lo fácil que hubiera sido decir indulto.