Borrón gubernamental y cuenta nueva

Roberto Blanco Valdés
roberto l. blanco valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Alberto Ortega

06 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando en junio del 2018 Sánchez vio cumplida su obsesión de llegar a presidente no sabía hasta qué punto sus fantasías darían en verdaderas pesadillas. De hecho, al anunciar que la posibilidad de gobernar con Iglesias le quitaba el sueño expresó sin saberlo un auténtico presagio.

 Ni siquiera los españoles que no nos hemos dejado encantar por los trucos marrulleros de esa pareja de ilusionistas que forman el líder del PSOE e Iván Redondo, su spin doctor, fuimos capaces de llegar a imaginar, ni en la peor de nuestras alucinaciones, el grado de deterioro de nuestra política y nuestra economía que iban a producirse con un presidente que llegó al poder, según él, para mejorarlo todo y que ha logrado empeorarlo todo: un récord verdaderamente impresionante.

La epidemia del covid-19 ha golpeado al planeta entero, pero en ninguno de los países con los que podemos compararnos por nivel de desarrollo ha sido tan horrible la combinación de desastrosos efectos sanitarios (fallecidos e infectados) y espantosos efectos económicos (caída del empleo y del PIB).

Pero olvidemos por un momento el covid-19 y recordemos las relaciones del Gobierno con el poder judicial, que nunca habían llegado a un grado de deterioro siquiera comparable; con la monarquía, que ha sido tratada con una total falta de aprecio por la parte socialista del Gobierno y con un abierto desprecio por la parte de Podemos; con la Fiscalía General del Estado, que jamás antes había estado en manos de una persona claramente dependiente del presidente del Gobierno; o, en otro plano, con el CIS, que ha sido entregado a un militante del PSOE que se comporta con un grado tal de sectarismo que ha hecho de sus sondeos motivo usual de chirigota.

La oposición viene siendo calificada de fascista de forma general, lo que jamás había ocurrido hasta la fecha. Las peleas en el interior del Gobierno han sido constantes, como constante ha sido la voluntad de levantar de nuevo las banderas que nos enfrentaron en la Guerra de 1936, lo que debe recordarse ahora que se reivindica la concordia con el separatismo catalán.

La inestabilidad ha llegado al punto de que, tras la moción de censura, hubiese que celebrar para asentar un Gobierno dos elecciones generales (abril y noviembre del 2019), Gobierno ese que reposa en votos de los exetarras y los autores de un golpe contra el Estado democrático, que han exigido al Gobierno un indulto que este concederá, para su vergüenza, contra el rotundo criterio de la Fiscalía y del tribunal sentenciador y con sus beneficiarios dispuestos a volver a delinquir.

El balance de los tres años de Gobierno de Sánchez es tan absolutamente funesto que, no sin gran ingenuidad, ha decidido cambiarlo (hacer borrón y cuanta nueva) cuando culmine, después de los indultos, su reino de dislates, con la esperanza de que los españoles olvidemos, a base de gastarse un dinero que en gran parte deberemos devolver, que llevamos tres años oscilando entre el caos y, si me permiten el palabro, el mandonismo.