Ya soy una Janssen

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

CAPOTILLO

02 jun 2021 . Actualizado a las 09:21 h.

Es el silencio. Lo que más sobrecoge es el silencio. Un silencio que sobrevuela y que activa alguna alerta íntima, involuntaria e incómoda cuando te ves circulando en fila, obediente, con cientos de personas parecidas a ti que avanzan hacia un mismo destino. Al final sabes que está la vacuna que te hará libre, pero por momentos temes que el sueño se convierta en pesadilla y que en la cabina espere un final terrible, una ducha con Zyklon B o un cribado de castas que te catalogue con épsilon y te precipite a una vida en el sótano de la pirámide social. La última vez que coincidiste con tantos contemporáneos pudo ser en los ochenta, algún jueves en el Franco; el reencuentro es un bofetón inquietante y una prueba de que la vida es asimétrica y las arrugas, también.

Una vez pinchada, el silencio sigue siendo espeso en las sillas en las que temes que tu cuerpo reaccione mal; piensas que desde ese instante llevas una placa comercial, que eres una Janssen último modelo, con su monodosis y su canesú y que Todo Esto es raro de narices.

Alguien atina con el carácter de lo que acabas de vivir: ha sido un momento solemne y de ahí el silencio. Cada uno de tus contemporáneos habrá vivido estos meses extraños de una manera y te preguntas cuántas cicatrices arrastra el hombre de delante, con su desvencijado chalequillo de Harley que ya enfundó años más tersos y revoltosos. Domas la emoción que te asalta hasta componer una lágrima, sobrecogida por este descomunal ejercicio de salud pública, todas las clases mezcladas, todos en fila, todo engrasado con una precisión que nuestra escuchimizada autoestima se niega a reconocer. Y piensas que esa tirita en tu brazo izquierdo es una bandera de la victoria, la victoria de la ciencia, la ciencia que nos hará libres.