Señales de una clara pulsión de cambio

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

FRANCISCO SECO / POOL

25 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Así como el sol suave que no quema, el retorno de las aves o la súbita actividad de las lagartijas son avisos de la naturaleza sobre la llegada de la primavera, también las sociedades ofrecen pistas cuando se avecinan cambios. Una de ellas, acaso más importante que todas las encuestas que puedan realizarse, es el hecho de que muchos intelectuales empiecen en algunos casos a manifestar públicamente su hartazgo por la forma de gobernar de fuerzas políticas a las que fueron un día cercanos, y en otros a expresar directamente su apoyo a un cambio. Es habitual también que, cuando esto ocurre, el poder reaccione estigmatizando al disidente o tachándolo de traidor y garbancero. Son señales de que los tiempos están cambiando. Los gobiernos comienzan a caer cuando desde su propia orilla ideológica se empiezan a denunciar sus excesos.

No es casual que un referente ético de la izquierda como Fernando Savater, la mayor inteligencia del país, anuncie que por primera vez en su vida ha votado al PP. O que el escritor Andrés Trapiello, durante 25 años votante del PSOE, haga lo mismo. Tampoco lo es que desde la izquierda Javier Cercas alerte con valentía del odio y la xenofobia de líderes independentistas como Pere Aragonès, nuevo presidente catalán, y tache de inmoral la equidistancia frente a quienes violan la ley, por más que ERC sea socio de referencia del Gobierno de coalición. Y tampoco extraña que los tres sean por ello lapidados en la plaza pública de una izquierda tan desnortada que los tacha de fascistas y cree, sin embargo, que el nacionalismo y el populismo son progresistas.

Más allá de sus errores en la gestión de la pandemia o de muestras de incompetencia temeraria como meter en España con identidad falsa al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, el Gobierno de Sánchez ha perdido la conexión con la realidad de la calle. Y, lo que es peor, parece no entender las causas de ese desapego. Lo indica el hecho de que tras el batacazo de Madrid, que debía servir de aldabonazo para un giro radical, anuncie su disposición a retomar de inmediato la mesa de negociación con el independentismo e insinúe que los indultos a los golpistas están al caer. Algo que solo puede servir para agrandar esa sima y acelerar lo que ya parece inevitable.

Todos los sondeos, salvo el CIS, coinciden en que ahora mismo el PP ganaría ampliamente las elecciones y superaría la mayoría absoluta junto a Vox. Pero el dato relevante no es que el PP se haya tragado a Ciudadanos, sino que existe ya un trasvase real de medio millón de votos desde el PSOE hacia el PP. Y que otro medio millón de votantes socialistas en el 2019 optarían por la abstención. Unos datos que deben mover a los populares a recoger ese enorme grado de desencanto con el Gobierno y a profundizar en la pulsión mayoritaria de cambio ensanchando su electorado para aspirar a gobernar sin apoyo de ningún otro partido, como plantea Feijoo, sin conformarse con los datos actuales. El reloj electoral sigue en manos de Sánchez. Pero las señales de un vuelco social son más que evidentes.