El 15-M diez años después

OPINIÓN

Ana Escobar | Efe

15 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Conviene recordar que el 15-M, considerado el mayor movimiento de indignación y desafección posterior al Mayo del 68, surgió contra Zapatero un año antes de que Mariano Rajoy llegase a la Moncla. El relato creado por Podemos en el año 2014 nos hizo creer que el neopopulismo, que tanto complicó la gobernabilidad del Estado, se levantó contra los recortes del Gobierno Rajoy. Pero la dura verdad, porque hablamos del 15 de mayo del 2011, es que se levantó contra el desgobierno de Zapatero, aquel señor que primero negó la crisis y repuso las políticas de gasto -¡en España todo es viejo!-, y después invirtió su último año en la Moncloa en dejar a España al borde de la intervención y el desastre. 

Rajoy llegó después -en enero de 2012-. Evitó el rescate, e impuso una agenda de ajuste que casi nadie entendió. Yo sí, por supuesto. Y tuvo que soportar que, gracias al falso relato urdido por Podemos, se generase la estructura de oportunidad -así lo decimos los politólogos- que convirtió el neopopulismo del 15-M, falto de crítica y dominado por la indignación y la desafección contra el Gobierno de izquierda, en una sublevación contra el sistema y la derecha. ¡Magia pura del mago Iglesias!, clamó la opinión tópica y dominante de los años 2014 y 2015. Y de poco sirvió mi advertencia, que persiste, y la de otro par de opinadores casi anónimos, de que no hay magia, sino obcecación e ignorancia, cuando todo el mundo vio cómo el mago sacaba el conejo del bolsillo interior de su levita y lo ponía en la chistera.

Visto una década después de la acampada en la Puerta del Sol, que hoy se cumple, el 15-M se evidencia como una utopía caótica y estéril, propia de un momento de zozobra política y económica, que después se fragmentó en mini-utopías diversas -Vecinos del Gamonal, Democracia Real Ya, Plataforma de Afectados por la Hipoteca, No les votes, Juventud sin Futuro, ATTAC-, cuyo supino error estratégico fue el intento de levantar a la izquierda indignada, genérica y callejera, contra la izquierda acomodada e instalada en el poder. Porque ese error permitió a Iglesias construir el falso relato del 2014, con el que transformó la crítica subyacente contra el Gobierno de Zapatero en una ola de indignación contra el gobierno del «PPSOE» -es decir, contra «la casta»-, con la evidente intención de crear una plataforma ligeramente revolucionaria -como el vino leggermente frizzante, del Alto Adigio-, que fuese capaz de asaltar los cielos del poder y de crear una nueva casta llama a superar la Transición.

Diríase, entonces, que a Pablo Iglesias le salía todo bien, hasta que un fallo en el calendario revolucionario cambió todas sus previsiones, y le obligo a entrar en el Gobierno, para compensar con poder los votos que estaba perdiendo. Y fue entonces cuando, dentro de una nueva estructura de oportunidad, llegó Ayuso -¡quién nos lo iba a decir!- y se merendó el 15-M, convirtiendo a Sánchez I, el Locuaz, en el único beneficiario del desbarajuste sistémico que tanto nos está costando.