Sanidad: el principio del fin

Eduardo Vázquez Martul LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

Jorge Peteiro | Europa Press

11 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Limitar los problemas de la sanidad pública a los déficits en la medicina de familia, o en la hospitalaria, es como ver la parte visible de un iceberg. El problema es más profundo y si no se ataja a tiempo se perderá la calidad y su universalidad. La razón de su importancia es que no solo se limita al alto costo o a un problema económico, sino que también entran en el debate otros factores. Desde modelos diferentes de gestión hasta factores sociales de gran peso. Empezando por el más importante: el envejecimiento de la población que puede ser, sin caer en alarmismos, el principio del fin. Galicia, y posiblemente otras latitudes del Estado, vivirán gracias a pensiones y subsidios (ya vienen viviendo), que tendrán un límite dependiendo de la masa activa de trabajo en retroceso. Es la ruina para cualquier empresa, nación o estado. Pero el envejecimiento tiene una repercusión directa en la sanidad.

Una tasa muy alta de población longeva lleva consigo otro factor negativo como es el incremento de enfermedades crónicas, con el aumento consecuente de frecuentación de servicios sanitarios. Es decir, un círculo vicioso que requiere altas dosis de inteligencia política y no de falsas especulaciones. Enfermedades agudas y de alta mortalidad se han convertido en crónicas gracias a los avances terapéuticos. Muchos tipos de cáncer que antes eran incurables hoy día tienen tratamientos de alto coste, seguimiento médico especializado y, a veces, requieren hospitalización. Lo mismo ocurre con otras patologías crónicas más prevalentes en pacientes de edad (respiratoria, vascular, cardíaca o renal), que siguen ocupando el mayor rango de mortalidad y morbilidad solamente paliada, y a gran costo, por programas de trasplante.

El centralizar la sanidad pública en el mantenimiento de una medicina curativa con gran inversión en la red hospitalaria dotada de alta tecnología (se siguen presupuestando grandes hospitales difíciles de gestionar como logros «políticos»), el incremento del gasto farmacéutico en una población senil y la necesidad de personal sanitario cualificado y motivado, especialmente de medicina familiar, son capítulos que hegemonizan el gasto sanitario, que exigen revisión y debate si realmente queremos buscar soluciones. Todo lo demás son palabras al vacío.