De políticos y politólogos

OPINIÓN

JOSE COELHO / POOL

08 may 2021 . Actualizado a las 10:10 h.

La sociedad actual, muy simplificadora, tiene por político a aquel profesional de lo público que, dotado de gran experiencia, o de la ambición de tenerla, exhibe una enorme carencia de las teorías y conocimientos necesarios para entender el orden social y anticipar sus evoluciones y tendencias. Por eso florecen hoy los politólogos, un invento de principios del siglo XX, que son vistos como la antítesis de los políticos, es decir, gente que sabe mucho, y devora las teorías como quien come tallarines, pero que jamás tocaron un balón en la difícil cancha de la gestión, donde las contradicciones y la necesidad de repentizar recursos y decisiones se convierten en trampas que el politólogo no suele ver ni oler. Y así se explica que, porque unas veces patinan los Sánchez y otras los Redondo, la crónica política nos llega repleta de grandes fiascos que nadie pudo prever.

El problema, lejos de ser nuevo, ya fue advertido por Aristóteles, que en su Ética a Nicómaco (Lib. X, 9), grandioso prólogo de su Política, distingue a los profesionales de la política de los demás científicos, porque mientras en las restantes profesiones «resulta manifiesto que son los mismos los que transmiten las capacidades y los que ejercen su actividad con ellas (1180ª 32 ss.)», en la política sucede que «los sofistas profesan enseñarla, pero no la practican ninguno de ellos, dejando la práctica para los políticos, que la desarrollan con más instinto y experiencia que reflexión (1181ª 1 ss.)».

A lo que apunta Aristóteles, con una visión más positivista que la del filósofo rey de Platón, es a la necesidad de que los políticos reúnan en una misma persona conocimientos teóricos y prácticos - «como los médicos y pintores», subraya-, sin que, como sigue sucediendo hoy, se disocien tan absolutamente la teoría y la práctica que, lejos de generar una síntesis profesionalizada, dan lugar a dos visiones distintas, y con frecuencia contrapuestas. Porque los políticos piensan que los politólogos usan una jerga estéril, que apenas aporta nada al bien común, mientras los politólogos tienen a los políticos por obreros de lo público, que nada saben ni entienden del orden social esencial. Y de momento, no lo duden, las dos cosas son ciertas.

Lo curioso es que Aristóteles descubrió esta crisis radical de la política cuando estaba escribiendo la Ética a Nicómaco, y no en su posterior Política. Porque, al darse cuenta de que la ética no es exigible ni perfeccionable fuera del contexto social, consideró que el estudio del orden político -al que denominó Ciencia Primera- precede necesariamente al de la ética, porque, además de hacerla posible, nos da la medida de lo que, éticamente, es exigible y alcanzable. Por eso me atrevo a escribir estas cosas en el periódico, robándole espacio a los chismes y estrategias. Porque es interesante que todos sepamos que algunos problemas duran milenios; y que las épocas de posmodernidad anuncian muy bien los tiempos de cambio, y de nuevas políticas, sin aportar soluciones.