Pero ¿habrá en Madrid tantos fascistas?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

FERNANDO VILLAR | Efe

28 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Una vez convencido Gabilondo de que constituía una mera ensoñación su proyecto de alcanzar la presidencia madrileña con el apoyo de quienes en las regionales del 2019 habían votado a Ciudadanos (el 20 % de los que fueron a las urnas), el candidato socialista, pese a su trayectoria vital más bien conservadora, optó por abandonar el mensaje centrista para situarse en sus antípodas.

Y así, tras proclamar durante semanas que no estaba dispuesto a gobernar con «este Iglesias», pasó Gabilondo, de un día para otro, a interpelarlo con su ya conocido «tenemos Pablo doce días para ganar las elecciones». Fue entonces cuando de la campaña en busca del voto moderado se pasó el ex ministro de Zapatero al guerracivilismo de Podemos: «Hay que parar a los fascistas».

Las intolerables cartas amenazantes enviadas a Marlaska, Gámez e Iglesias dieron a la izquierda -ya entregada a la estrategia podemita- una ocasión de oro para instrumentalizarlas (como si Vox o el PP fueran sus autores), con la perversa intención de hacer verosímil la «alerta antifascista» planteada en su día por Iglesias, quien cree al PP y a Vox muy peligrosos para nuestra democracia, mientras da coba a sus amigos de Bildu -herederos de un grupo terrorista, cuyos crímenes siguen sin condenar- y de ERC, que tiene a su principal dirigente encarcelado por la comisión de gravísimos delitos.

Ya metidos en harina, y planteada por la izquierda la batalla de Madrid como si estuviésemos en 1936, solo faltaba acusar de criminal a la derecha democrática. De ello se encargó, ¡vaya por Dios!, el ministro de Interior, quizá todavía obsesionado con que el PSOE le perdone haber sido consejero del Poder Judicial a propuesta del PP y haber batallado allí con gran fervor a favor de sus patrocinadores. Acusó Marlaska hace un par de días al PP de ser una «organización criminal», algo increíble en quien como juez, que ejerció su oficio con coraje, sabe bien lo que son las organizaciones de ese tipo: por ejemplo, la banda de asesinos que lo obligó a vivir escoltado, cuyos sucesores son hoy socios del Gobierno del que Marlaska forma parte.

Los interrogantes que toda esta locura pone en primer plano son tan alarmantes como obvios: ¿Qué pasará si el día 4 de mayo, como siguen pronosticando todas las encuestas (las del CIS son otra cosa), obtiene la mayoría absoluta el PP, con o sin el apoyo de Vox? ¿Seguirá afirmando Iglesias que el fascismo «forma parte del proyecto de Isabel Díaz Ayuso»? ¿Se dirá entonces que más o menos la mitad de los votantes de la región madrileña son fascistas? ¿Se considerará como tales a aquella parte de los ex votantes socialistas que, según todos los sondeos, trasladarán su voto a Ayuso? ¿Serán fascistas los ex votantes de Ciudadanos con quienes el antifascista Gabilondo quería gobernar? ¿O será, sencillamente, que los mismos votantes que son fascistas cuando votan a la derecha, son progresistas cuando lo hacen a la izquierda? Pensándolo bien, quizá, en efecto, se trate de eso y nada más.