Gabilondo, ¡al fin!, se quita la careta

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Alberto Ortega | Europa Press

23 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todas las campañas electorales han tenido siempre mucho de representación y, por tanto, inevitablemente de artificio. El disimulo sobre las intenciones de los partidos contendientes, la ambigüedad en relación con sus objetivos y la impostura respecto de los medios que para conseguirlos se está dispuesto a utilizar, cada una de esas dobleces por separado y todas en conjunto, han sido y son parte esencial de la maraña de promesas, insultos y acusaciones en que consiste sin excepción cualquier campaña electoral.

Y más, claro, en esta época de redes y medios informales de comunicación, que han multiplicado por mil los efectos devastadores de la corrección política, las posverdades y fake news, esas a las que el profesor y académico Darío Villanueva acaba de dedicar un libro luminoso (Morderse la lengua) cuya lectura no tiene realmente desperdicio.

Aunque la campaña electoral de Madrid, que se ha metido de rondón en las casas y conversaciones de quienes no vivimos en la capital, es una buena muestra de lo que acaba de apuntarse, hay allí un ejemplo que llama sobre todos la atención: el del candidato Gabilondo, el único, que, como ya es habitual en las campañas del PSOE, se empeña en marear la perdiz, en un contexto de atomización partidista, sobre el asunto esencial de la campaña: el de con quién piensa gobernar, dado que ni una sola encuesta le da la posibilidad de hacerlo sin alianzas.

Hasta no hace mucho el discurso tradicional del PSOE en esos casos era insistir hasta el hartazgo en que el partido aspiraba a gobernar en solitario, aunque todo el mundo supiera que tal cosa no iba a suceder. Sánchez rompió con ese disimulo para colocarse directamente en el engaño: prometió no gobernar ni con Podemos ni con los nacionalistas… y lo está haciendo con los dos. Y ahora Gabilondo, dando un paso más, cambia de engaño según lo hace de estrategia: cuando, antes de comenzar la campaña, aspiraba a hacerse con una parte del voto de Ciudadanos, trató de convencer a los electores de que nada quería saber de «este Pablo Iglesias» (como si en lugar de uno hubiera dos), aunque era obvio que su política de alianzas para llegar a la presidencia de Madrid (sumar los votos del PSOE, de Más Madrid y de Ciudadanos) era tan delirante como aquella con la que Sánchez intentó llegar a la Moncloa a lomos del PSOE, Ciudadanos y Podemos. Ahora, ya metidos en campaña, y visto que los votos que pierda Ciudadanos irán en su inmensa mayoría al PP y en menor medida a Vox, Gabilondo reconoce abiertamente lo que todos los electores madrileños ya sabían: que pretende ser presidente con el apoyo de Más Madrid y de Podemos.

«Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones»: en medio de un batiburrillo de ataques cruzados y una bronca que ni siquiera dio espectáculo, esa clara declaración de Gabilondo sobre sus verdaderas intenciones fue, sin duda, la aportación fundamental del debate sobre las elecciones en Madrid. Ahora, por fin, las cosas están claras.