«Si utilizo la AP-9, en vez de la carretera nacional, será para reducir los tiempos»
OPINIÓN
Robles, de los tatuajes a las vacunaciones
La ministra de Defensa está en todas las polémicas, y siempre las paga con los militares de alta graduación. Ha sido condenada por el Supremo, por purgar a un vicealmirante que se negó a desamparar a varias mujeres que habían ganado las oposiciones a Psicología Militar; y también por la Sala de Madrid, por anular dichas oposiciones cuando ya habían terminado alegando unos tatuajes. Ella dice que ha recurrido ante el Supremo, pero nadie ha visto el recurso de los tatuajes. Ahora la toma con el general de Sanidad Militar que puso en marcha de forma ejemplar las vacunaciones contra el coronavirus, no sin antes haber destituido al teniente general Jemad, nadie sabe todavía por qué. Eso sí, su subsecretaria, culpable de las condenas judiciales, sigue en su puesto, a pesar de haberse quejado en público de algo de lo que nunca se quejaría nadie del mundo militar: que tuvo que hacer una cola muy larga para vacunarse. Por favor, que se vaya la ministra, su subsecretaria y, ya de paso, el ministro del Interior, otro que suma y sigue en su despotismo. José Luis Gardón. Madrid.
La culpa siempre es del más débil
«Audasa es absuelta de abuso por el cobro de peajes durante las obras de Rande». Como contribuyente y usuario de una de las autopistas mas caras de España (Galicia a veces parece una colonia) discrepo de dicha sentencia, a mi juicio totalmente injusta. Las razones son obvias. Si utilizo la autopista de pago, en vez de la carretera nacional, será para reducir los tiempos y por seguridad, ya que la alternativa de la carretera nacional, con sus baches y curvas, no es una alternativa equilibrada. Pero ya estamos acostumbrados a frecuentes retenciones kilométricas sin que la Administración o la Justicia protejan al ciudadano, que parece ser respetable únicamente para pedirle el voto y pagar a Hacienda. Eduardo Vázquez Martul.
¿Qué sociedad hemos creado?
Soy una profesional liberal de 49 años, con 25 años de ejercicio, y hoy no pude evitar sentir rabia e impotencia ante lo que estaba presenciando. Estaba en una entidad bancaria esperando mi turno, frente a un gran cartel de publicidad en el que se veía una persona de tercera edad y el lema «nosotros siempre estamos con los mayores», cuando le tocó el turno a una señora de unos 80 años acercarse a la caja. La contestación del trabajador del banco es que pasaban de las 11 y que no podía hacer la gestión que necesitaba, que acudiera al cajero automático o la realizase por banca electrónica. A lo cual la señora contestó que no sabía y no podía, que llevaba esperando desde las 10.40 pero que debido a la gente que había no la habían atendido antes. La contestación del empleado no fue un «lo siento» o «la intentaré ayudar», sino «pues vuelva usted mañana a la hora indicada, no podemos hacer nada».
¿Ayudan a los mayores? ¿De verdad? Estamos viviendo en una sociedad donde las personas no son importantes, no hay sentimientos, ni siquiera educación. ¿Realmente esto es lo que hemos creado? ¿Es donde queremos vivir? No somos nadie si no suponemos un beneficio económico, solo números o estadísticas. Ana María Rego Martínez.