Covid: Sánchez, el estadista ocasional

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Pool Moncloa / Borja Puig de la Bellacasa

11 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año transcurrido desde que el Gobierno reconoció la extrema gravedad de la situación sanitaria provocada por el covid, Sánchez y sus ministros, por un lado, y el PSOE y Podemos, por el otro, han mantenido sin fisuras una línea de defensa contra todos los que legítimamente criticaban la gestión gubernamental de la pandemia. La lucha contra el virus -han repetido una y mil veces el Gobierno y los partidos que lo forman- es una cuestión de Estado que debe quedar al margen del debate partidista, de modo que quienes censuran la política del Ejecutivo no hacen más que poner palos en las ruedas de una ofensiva en la que no caben discrepancias.

Tanto insistieron en ese discurso sus promotores políticos y mediáticos que millones de ciudadanos llegaron a creer de buena fe en la sinceridad de quienes defendían con ardor que tratar de someter a control la política de lucha contra el covid era una bajeza, cuando no sencillamente una traición. Es decir, y para entendernos, de quienes sostenían la anomalía de que el tema más importante de la vida nacional, el que estaba afectando con mayor virulencia no solo a la salud de los españoles sino también al presente y el futuro de nuestra economía y nuestro empleo, debía quedar al margen del debate democrático.

Ha bastado, sin embargo, con que el PSOE haya entrevisto la posibilidad de hacerse con la autonomía madrileña para que Sánchez haya sido el primero en abandonar radicalmente un discurso que no tenía, obviamente, otro objetivo que desautorizar las críticas a su nefasta gestión de la lucha contra el coronavirus. Tan nefasta que desde el inicio de la crisis sanitaria España ha estado en el grupo de cabeza de los países con peores datos de fallecidos e infectados. Y ha sido el que ha sufrido peores consecuencias económicas.

Como si tales hechos terribles no existieran, el dirigente socialista no solo puso a caldo anteayer la política sanitaria del Ejecutivo madrileño, sino que llegó incluso a afirmar, sin aportar al respecto prueba alguna, que Ayuso miente en las cifras que maneja del covid. Es decir, cuando por razones electorales le ha hecho falta, Sánchez, sin pensárselo un minuto, ha pisoteado toda la línea argumental que ha utilizado desde marzo del 2020 para contener a quienes criticaban su gestión: el cierre de filas por razones patrióticas. Incluso ha sostenido sus críticas a la presidenta madrileña con los datos comparativos entre las regiones españolas, después de calificar una y otra vez de villanía esa misma comparación entre los datos españoles y los de los países con los que el nuestro puede equipararse, cuando probaban lo mal que, tras tal contraste, salía España.

No seré yo quien critique a un candidato por meter en el debate político de las elecciones madrileñas la gestión de la pandemia. Pero resulta escandaloso que lo haga quien ha proclamado durante doce meses que debatir de esa cuestión era una prueba de la irresponsabilidad y la deslealtad de sus adversarios.