La pandemia, el buen gobierno y la actitud ciudadana

Eduardo Vázquez Martul AL DÍA

OPINIÓN

FEHIM DEMIR | Efe

24 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Describir todo lo que la pandemia ha ocasionado ocuparía muchas páginas y no siempre habría consenso. Si se le preguntase a un paisano de 80 años que vive en una aldea aislada lo que ha supuesto, su respuesta sería diferente de la de un joven de 17 años, incluso viviendo en la misma aldea. El abanico de respuestas crecería en proporción casi geométrica si ampliamos la encuesta introduciendo variables de población, tamaño de ciudad, región o nacionalidad, costa o montaña, nivel económico o cultura del encuestado, afinidad política...

Deberíamos admitir que, si hubiésemos utilizado sentido común, una simple pero clara explicación con bases científicas contrastadas, sabiduría en saber gobernar y autoridad en hacer cumplir un estado de alarma, se hubiese ahorrado tiempo, dinero y lo más importante: muertes. No haría falta un gran nivel cultural para entender o explicar que un virus desconocido, que se propaga rápidamente, que obligó a construir en días un enorme hospital, con gran capacidad de infectar a un lado y otro del hemisferio, que produce serios problemas de morbilidad (capacidad de enfermar) y que mata con facilidad, sería suficiente para que el anciano en su aldea, el rico en su palacio, el obrero en su apartamento y el demagogo desde su atril parlamentario comprendiesen la gravedad y se comportaran correctamente; es decir, aislarse hasta que el ángel negro pasase de largo por la puerta como en las plagas de Egipto. Lo simple, como casi siempre, no se hizo y las oleadas se repiten repartiendo mas muertos, saturación sanitaria costosa, y ante un rayo de sol «la masa salga desaforada» a contaminarse, como si el mal fuese el raquitismo por falta de sol y no un virus que marcará un negro capítulo de la historia de pestes mundiales.

El efecto colateral mas deprimente es la fotografía que la pandemia nos ha mostrado, una sociedad en donde ha primado el individualismo, la irreflexión y el desprecio de unos pocos, pero muy contaminantes porque priman su libertad o su economía sobre la salud, contra otros ciudadanos que, al margen de intereses políticos o económicos, han atendido la explicación y han limitado al máximo cualquier contacto no necesario.

Habrá una cuarta, quinta y sexta olas si solo un contagiado se sienta en una terraza alrededor de sus amigos, a los que puede matar porque, en su ignorancia o egoísmo, no sabe que puede ser un portador. ¿Exageración? En Nueva Zelanda solo un contagiado dio pie a la autoridad -en este caso sabia, competente y contundente- para cerrar toda una ciudad. El virus es el mismo, las medicinas similares, pero la prevención, que es lo mas importante, se fundamenta en la sabiduría para gobernar y en la actitud del ciudadano para cumplir.