La Unión Europea se llena de zombis

OPINIÓN

D. Vetsikas

22 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El piano le ganó la batalla al clave, en el siglo XVIII, porque, al percutir sobre la cuerda, en vez de activarla con una púa, puede matizar el sonido de cada nota, controlar la vibración de las cuerdas e introducir una sordina entre los macillos y el arpa sonora. Por eso es el instrumento más completo y emocionante. Aunque, como contrapunto de su excelencia, al unir su sonido con los modernos sistemas de reproducción, también trajo consigo una de las grandes estupideces de la historia. Porque cada vez hay más gente que, usando atenuadores digitales, se permite el lujo de escuchar la música grabada allanando los pasajes fortísimos (con indicador ff), y elevando los pianísimos (pp). Porque así pueden relajarse -verbo que deberíamos desterrar de la jerga musical- escuchando obras tan emocionantes y exigentes como, por ejemplo, el Impromptu n. 2 in F Sharp, Op. 36, de Chopin. ¿Verdad que es ridículo?

Pues en la economía europea está pasando lo mismo. Que, tras establecer una serie de normas que matizan cada intervención del Estado, o cada proyecto empresarial o financiero privado, nos estamos acostumbrando a abdicar de ellas cuando los pasajes fortísimos (crisis) o pianísimos (consolidación fiscal) empiezan a molestarnos. De lo cual se deduce que tenemos normas rigurosas cuando no las necesitamos, mientras vamos a trollo por los sembrados cuando más deberíamos matizar. Y para eso es mejor prescindir del piano y volver al clave. Porque el uso del potenciómetro automático para anular los matices del impromptu que la UE interpreta a 54 manos resulta estúpido, aunque, para no verlo así, citemos a Keynes, Adam Smith, Marx, Thatcher, Krugman y la Reserva Federal, juntos o separados.

El pasado viernes se publicó un informe, nacido en Bruselas, que nos advierte de que el 15 % de las empresas de la UE ya son zombis, es decir, que su desafinada supervivencia ya no responde ni a los estímulos ni al mercado, y que la falta de matices puede estropear la música que queremos escuchar, comme il faut, en la nueva normalidad europea. Por eso propone que procuremos equilibrar la gestión racional y útil de los recursos económicos, con la necesidad de socorrer a los zombis que ensombrecen la salida de la pandemia. Porque decirle a la gente que hay que volver al canto gregoriano -para que las crisis se parezcan, o sean iguales, a los momentos de expansión y crecimiento-, como hacen el BCE y el FMI, y como quieren escuchar los gobernantes, suena a grave irresponsabilidad.

La misma que sería utilizar un piano Steinway & Sons para que jueguen los niños, pateando sus teclas, porque el pianista de la casa está enfermo y lo único que importa es su salud. Porque, ¿qué sucederá cuando el enfermo, ya recuperado, regrese a casa? «De eso ni se habla -dirá el abuelo-, porque lo único que importa es que los niños estén felices mientras el padre se cura». Y todos se avendrán a la fácil y errónea conclusión de que, cuando «esto» termine, ya abordaremos la costosa restauración del piano.