España, patas arriba en plena crisis

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

SUSANA VERA | Reuters

16 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La nueva política era esto. Hasta el año 2014, España vivió bajo el aburrido pero estable modelo del bipartidismo, con fuerzas políticas moderadas de izquierda y de derecha alternándose en el poder a medida que se agotaban sus respectivos proyectos, pero ambas con una idea de España y compartiendo la defensa de un modelo constitucional que ha dado al país el período de mayor libertad, prosperidad y paz social de su historia. Cabe preguntarse si fue primero el huevo o la gallina, pero la crisis de ese modelo político coincidió con la irrupción de fuerzas políticas que prometieron regenerar el sistema, pero que han acabado sin embargo envileciéndolo hasta límites desconocidos. Los movimientos a los que asistimos demuestran que la política española ha sido colonizada por líderes para los que la ideología y los principios son meros estorbos, porque su único objetivo es alcanzar el poder, conservarlo y ampliarlo a toda costa, valiéndose para ello no de su gestión o de lo que aportan a la sociedad, sino de la aplicación de arteras maniobras estratégicas, dejando los problemas de los ciudadanos en la última fila de sus prioridades.

Esa forma de concebir la política como un juego de tronos, y de confundir la realidad con una serie de televisión, es la que ha originado el formidable fiasco que ha puesto a España patas arriba en uno de los momentos más críticos de su historia, cuando más se necesitaba la estabilidad, unidad y altura de miras. A Pedro Sánchez, que ha visto demasiados capítulos de House of Cards, no le pareció suficientemente excitante gobernar España en plena pandemia. Y decidió echar una partida de Risk para aplastar a la oposición utilizando como ariete a Inés Arrimadas, que había entendido mal la serie Borgen y creyó que lo mejor para sacar a su partido del pozo no era dejar la veleta y empezar a hacer política con mayúsculas, sino asestar a traición un golpe de mano para hacerse con la presidencia de Murcia con solo seis diputados. El fracaso estrepitoso de esa maniobra absurda ha provocado que Ayuso, una serie en sí misma, llame a votar a los madrileños como los catalanes: con trajes EPI. Y la ola de irresponsabilidad la remata Pablo Iglesias, que cree vivir en la serie Baron Noir, saltando del Ejecutivo un minuto antes de que Sánchez le echara y provocando una crisis de Gobierno cuando España se está jugando su futuro de décadas en la recepción y la correcta gestión de 140.000 millones de euros de la UE.

Aquella nueva política regeneradora, que ha resultado ser tóxica, tiene los días contados. Los vendedores de crecepelo están en retirada. Podemos no sobrevivirá sin el hiperliderazgo de Iglesias, como no lo hará Ciudadanos sin el de Rivera. Y el partido morado va a caer en el mismo todos contra todos que sufre ahora el naranja. Esta enorme sacudida política puede parecerle a alguno hasta saludable. Pero resulta que detrás de ese excitante juego de intrigas y traiciones hay españoles que sufren y mueren por la pandemia y que no llegan a fin de mes. Y que lo que necesitan son soluciones a su drama, y no series políticas en vivo.