Anticipación en las ayudas, una burla

Ana Balseiro
ana balseiro DIRECTA AL INFIERNO

OPINIÓN

M.FERNÁNDEZ. POOL

15 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cuánto tiempo podría aguantar usted sin ingresos, únicamente tirando de ahorros? El ejercicio estresa solo con pensarlo. Pero ese escenario teórico es, sin embargo, la realidad con la que se desayunan desde hace un año cientos de miles de pequeños empresarios y autónomos. ¿Cómo hacer frente a una montaña de gastos fijos si en la caja solo hay telarañas? Misión imposible. 

Por ello llama la atención -por no decir que levanta ampollas- que al explicar el decreto ley que regula el reparto de 7.000 millones en ayudas directas, la vicepresidenta y ministra de Economía, Nadia Calviño, insistiera el pasado viernes en que el Ejecutivo se estaba «anticipando» a los problemas de solvencia que la persistencia de pandemia podría provocar en las empresas (y, en consecuencia, en el empleo).

«Actuando en el momento adecuado evitamos un coste superior en el futuro», aseguró, volviendo repetidamente a subrayar que el Gobierno se estaba «anticipando» al problema. ¿Cómo se explica esa desconexión de la realidad? ¿Habría sido diferente su discurso si, en lugar de ante una decena de periodistas, estuviera frente a los miles de pequeños empresarios y emprendedores que llevan meses clamando en el desierto por ayudas que realmente sean EFICACES para aflojar el nudo económico que les aprieta la garganta?

Pedro Sánchez, decidido a ser emisario únicamente de buenas noticias, anunció hace dos semanas la última remesa de liquidez: 11.000 millones de euros de los que 7.000 serán para ayudas directas -alrededor de 220 con destino a Galicia-. Son bienvenidos, ¡por supuesto! Pero en ningún caso suponen ni que el Gobierno se anticipe a los problemas de los pequeños negocios, ni que haya desplegado una red suficiente ante esta crisis sin precedentes. Porque patronales, afectados e instituciones (entre ellas, el mismísimo Banco de España) llevaban largo tiempo reclamando esas inyecciones. Volvían sus ojos a las que países vecinos, como Alemania o Francia, aplican desde que la crisis sanitaria mandó a la uci a sus empresas.

Es cierto que nadie podía prever hace un año cómo de profunda y prolongada iba a ser la debacle económica. Pero hablar de «anticipación» en la concesión de ayudas tiene un regusto amargo y desagradable. Suena a burla, cuando los vecinos no solo nos sacan medio calendario de ventaja, sino que la cuantía y la cobertura de sus medidas hacen palidecer la «tirita» con la que el Ejecutivo pretende taponar la hemorragia que padecemos.

Solo un ejemplo: los 11.000 millones totales de la última remesa española son los que Alemania inyecta cada dos semanas para cubrir las pérdidas de su hostelería (les sufraga el 70 % de la facturación volatilizada por el covid).

Claro, que el PIB patrio no tiene el músculo del teutón, ni tampoco nuestras maltrechas finanzas públicas -con una deuda hipertrófica que heredarán varias generaciones- tienen la salud de las germanas, entre otras cosas, porque ni cuando crecíamos el doble que ellos nos tomamos en serio la tarea de embridarlas. Y de aquellos polvos, estos lodos.

Aun admitiendo que los recursos del país no son suficientes para mantener con la cabeza fuera del agua a todos los negocios que lo necesitan, y que -como en todas las crisis, por desgracia- muchos no sobrevivirán, sería de agradecer un discurso político más humilde y realista.

No. Por desgracia, no ha habido nunca anticipación en esta pandemia. ¿O es que ya han decidido qué se hará si la demanda de ayudas directas supera (como es previsible) la cuantía habilitada?