Una oportunidad para Galicia o todo lo contrario

OPINIÓN

10 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La reunión que hoy van a mantener el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, y el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos Meco, es mucho más que un trámite. Es un encuentro crucial para el presente y el futuro de Galicia, y puede devenir en una oportunidad para confiar en la política o todo lo contrario.

La agenda que deben desgranar está llena de retos, porque los cauces para la competitividad de Galicia en España y en Europa dependen de que el Gobierno autonómico y el central se entiendan. Un sí de las dos Administraciones permitirá no solo que llegue el AVE a Galicia, aunque ya nos hemos acostumbrado a su impuntualidad. También que la AP-9, que se ha convertido en la columna vertebral de la comunidad, deje de ser una carga tan onerosa y sea también una oportunidad para la cohesión interna. Pero, muy especialmente, de ese encuentro debería surgir la semilla para que Galicia, situada geográficamente en el extremo noroeste, no sea, junto con las comunidades vecinas, la periferia de todo.

El ministro y el presidente de la Xunta, que conocen muy bien el territorio, saben, como todos los ciudadanos, que el organismo vivo que es España tiene una preocupante tendencia a la hemiplejia. El lado occidental, desde Extremadura al Cantábrico, se acerca injustificadamente a la parálisis, mientras el que vierte al Mediterráneo acelera su desarrollo. No hay nada de malo en que el Levante crezca, sino todo lo contrario. Pero una visión equilibrada del país no echa a perder la mitad de su riqueza.

Galicia y las comunidades del noroeste han demostrado su contribución y su capacidad de liderazgo. Lo tienen en la agricultura, puesta al día como ninguna; lo tienen en la pesca, pese a la falta de visión de la Unión Europea; lo tienen en la generación de energía, ahora con su gran disposición para las renovables. Y lo tienen en industrias punteras, desde la primera multinacional de la moda a la automoción, la construcción naval, la bioindustria, el turismo, las telecomunicaciones o la innovación en los sectores emergentes. Este no es el fin del mundo. Es otro centro de España.

Por eso, es difícil de comprender el deterioro de la A-6, el abandono inexplicable de la A-55 o la desidia en la falta de soluciones a la niebla que inutiliza casi a diario la A-8. Tampoco la marginación de Lugo y de Ferrol en los ejes ferroviarios, y, sobre todo, la carencia de un tramo ferroviario de seis kilómetros que deja el puerto exterior de A Coruña sin capacidad para competir en las rutas marítimas internacionales y condena a la ciudad a persistir en un modelo mixto residencial-industrial que hace décadas que está obsoleto en toda Europa.

Los ciudadanos están acostumbrados a comprobar que cuando dos Administraciones están regidas por fuerzas políticas distintas, el interés general se cambia por el interés electoral. Y, por tanto, asumen siempre que pierden ellos, porque no se avanza. Esta es la ocasión para demostrar que no es así. Que, a veces, políticos con altura de miras entienden los problemas y colaboran para superarlos. En horas se sabrá.