Si todo acaba como debe, la fábrica de aluminio de San Cibrao -y sus 600 trabajadores- volverán a manos de la SEPI, de las que, a la vista de los acontecimientos, quizá nunca deberían haber salido. Tampoco tendrían que haberlo hecho, a lo mejor, las otras decenas de fábricas que conformaban Inespal. Como las plantas de A Coruña y Avilés, las antepenúltimas víctimas de la multinacional estadounidense Alcoa. Con el inicio oficial de las negociaciones para vender San Cibrao primero a la SEPI, y luego al grupo Liberty, hay que repetir la insostenible situación de los también 600 trabajadores de A Coruña y Avilés. El grupo que las recompró al supuesto salvador del negocio ha vendido maquinaria y ha despedido a una cuarta parte del comité de empresa gallego -con el presidente a la cabeza-. Apesta a cierre. El presidente Feijoo se lo propuso a Teresa Ribera: puestos a comprar, ¿por qué no las tres plantas? Pues eso.