Periodistas, populistas y cantantes

Tomás García Morán
Tomás García Morán EL LABERINTO CATALÁN

OPINIÓN

Ramón Gabriel | EFE

Pablo Iglesias está comandando los disturbios callejeros contra el encarcelamiento de Hasel, un niño de papá catalán que se ha hecho un nombre en el mundo indepe ciscándose en los muertos del rey y las víctimas de ETA

21 feb 2021 . Actualizado a las 15:41 h.

Hace años que opino que es muchísimo más difícil ser corresponsal en Betanzos que cubrir unas elecciones en EE.UU. Podría comparar la información betanceira con ir empotrado a la guerra de Irak u organizar la información del covid en un gran periódico. Pero no sería preciso: no he hecho ninguna de las dos cosas. Y en cambio, el privilegio de pertenecer a La Voz desde hace 23 años me ha permitido hacer las dos anteriores, entre otras muchas. Y es mucho más difícil, créanme, escribir sobre un alcalde gallego que acerca de Trump. Que al día siguiente no llama a tu director ni te lleva al juzgado.

Y por eso, inevitablemente mi mirada sesgada de la realidad tiene el filtro púrpura de la cabecera centenaria. ¿A qué me dedico, me preguntan a veces, como a todo el mundo? No suelo extenderme, pero la respuesta la da de forma magistral Anine Welsh, personaje de ficción de la excelente serie 22 de julio (Filmin) sobre los atentados de Utoya. Reportera de Aftenposten, Welsh investiga los fallos policiales durante la matanza de 69 adolescentes de las juventudes socialistas. Y en plena refriega, un compañero le pregunta qué bien le hace a los familiares meter el dedo en esa llaga con los cadáveres aún sin enterrar. «Mi trabajo no es hacerles sentir mejor -responde-. Nada puede hacerles sentir mejor, porque lo han perdido todo».

Esa mirada subjetiva de la actualidad, esa interpretación a veces naif de los hechos, es exactamente el oficio con el que tengo la inmensa suerte de ganarme la vida. Ni más ni menos. Explicar qué pasa en las ucis, por ejemplo, no para que la gente se sienta mejor, sino en este caso para todo lo contrario. Para que se sienta mal y cumpla las normas de una maldita vez.

Y por eso, mi baremo para diferenciar entre políticos decentes y arribistas es escuchar lo que dicen de nosotros. No de los periódicos o de los empresarios de prensa. Sino de los asalariados. Hace años me tocó en suerte una información complejísima, que afectó muy negativamente al Gobierno gallego. Y en la que tuve el absoluto respaldo de mi editor. A él lo machacaron. Pero conmigo fueron exquisitamente profesionales. Jamás mencionaron mi nombre para criticar mis informaciones, mucho menos para atacarme.

La gran bendición que tenemos en España es que tenemos un populismo de sainete, que ha llegado al Gobierno y está destruyendo el espacio de centro derecha. Pero que, crucemos los dedos, jamás cuajará como lo está haciendo en otras grandes democracias.

El vicepresidente Pablo Iglesias,  como llevan décadas haciendo los kirchneristas en Argentina, dispara a diario contra Alsina, Vallés, Ferreras o redactores menos conocidos de otros medios. Todos asalariados. A veces, a cara descubierta. Las más de las veces desde La Última Hora, un libelo que dirige Dina Bousselham, la becaria a la que le cuidó un móvil con fotos íntimas durante año y medio, para «no someterla a más presión», teniendo en cuenta que era «una mujer de veintipico años».

Mariscal | EFE

Y ahora, un año después de culminar su asalto a los cielos, está comandando los disturbios callejeros contra el encarcelamiento del tal Pablo Hasel. Un niño de papá catalán que, oprimido por papá millonario y por el Estado español, se ha hecho un nombre en el mundo indepe ciscándose en los muertos del rey y las víctimas de ETA. Para reivindicar la libertad de expresión de Hasel, que probablemente no debería estar en la cárcel por sus canciones, pero es cualquier cosa menos un paladín de cualquier tipo de libertad, los acólitos del otro Pablo andan a pedradas con periodistas y periódicos en Madrid y Barcelona. Siguen la estela de Lluis Lach, otrora, sí, símbolo de la democracia, hoy guirrio indepe. En sus mítines se ha hartado a decir qué medios son veraces y cuáles no.

 De momento, Pedro Sánchez ya ha advertido a Iglesias: «En una democracia plena es inadmisible la violencia». Ya sabes, Pedro, que primero vinieron a por los judíos...