Los virus, los bares y los perímetros

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

PEPA LOSADA

16 feb 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Núñez Feijoo anunció ayer, después de la reunión del comité clínico, que se prorrogan las restricciones decretadas en enero, cuya vigencia se estimaba en tres semanas, para combatir la tercera ola de la pandemia. Habrá alguna modificación, como la reanudación de las clases presenciales en la universidad o la reapertura de los cines, pero se mantienen las medidas más duras: prohibición de reuniones de no convivientes, cierre perimetral de los municipios y clausura de bares y restaurantes. La razón de la prórroga la resumió el presidente de la Xunta en cinco palabras: «Non hai unha melloría suficiente».

Quizá se esperaba una mayor flexibilidad de las medidas, a la vista de los indicadores que se manejan. En Galicia, según cifras oficiales, se redujo en dos tercios el número de contagios diarios que se producían antes de la última tanda de restricciones. Que la mejoría es insuficiente para bajar la guardia, proclamar la derrota definitiva del virus y desmontar las murallas defensivas, me parece evidente. Hacerlo sería una irresponsabilidad de trágicas consecuencias. Pero también es cierto que la mejoría, por insuficiente que sea, debe ir acompasada con una modulación y rebaja de las restricciones. Especialmente de aquellas que tienen un alto coste y sobre las que no existe certeza absoluta de su eficacia. Me refiero, sobre todo, a dos: la parálisis de la restauración y el bloqueo de los municipios.

En un año de guerra contra la pandemia hemos aprendido que, si se restringen la movilidad y los contactos, disminuyen los contagios. Poco más, porque ignoramos dónde se ubican los grandes focos de infección. Sanidad explica que más de la tercera parte -el 35,5 %- de los contagios se producen en el hogar. Obvio. Pero añade otro dato que pone en evidencia nuestra ceguera: se desconoce el 40 % del origen de los contagios. En consecuencia, damos palos de ciego y encerramos al sospechoso habitual: el bar, nuestro espacio preferente de sociabilidad. Después sabemos que en Madrid, donde la restauración sigue abierta a medio gas, el virus también retrocede. Y nos asaltan las dudas: ¿no estaremos cargándonos, sin pruebas definitivas de culpabilidad, a un sector clave de nuestro empleo?

La estrategia del confinamiento. En la primera ola confinamos a las familias. Después confinamos a las provincias y protestaron las comunidades autónomas, que proponían las áreas de salud como sujetos alternativos. Después, ya con los gobiernos autonómicos al frente, confinamos las ciudades para que no contaminasen al mundo rural. Y finalmente pusimos fin a los cierres selectivos, aplicamos la tabla rasa y aislamos a todos los concellos. Cierres perimetrales, les llaman, aunque los perímetros son tan artificiales, a efectos de virus, como los provinciales. Que se lo digan, si no, a los vecinos de O Porto do Cabo, que cabalgan a lomos de tres concellos: Valdoviño, Cedeira y Cerdido. Supongo que, en términos sanitarios, las autarquías municipales tendrán algún sentido. A mí francamente me cuesta verlo.